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Los adultos de la institución que se disponen al vínculo, que ofrecen su presencia, acom-
pañamiento, sostén, límites, saberes, escucha, están haciendo de la escuela un espacio
preventivo. Todos podemos vincularnos desde esta posición: los educadores, los directivos,
los no docentes, el personal administrativo, el personal de maestranza. Todos tenemos algo
que aportar desde nuestro rol. Pensar, enseñar y acompañar en clave de lógica de cuidado
es confiar en que el otro es portador de saber y tiene la capacidad de aprender, dándole
valor a su palabra, respetando sus tiempos y sus procesos singulares. Los adultos ofrecen
sentidos y son prestadores de identidad para los niños, niñas y adolescentes, a la vez que
se constituyen en interlocutores válidos para hablar de consumo y promover el cuidado y la
salud. Al cuidar a un niño lo estamos haciendo visible, lo estamos habilitando como sujeto.
En el caso de adolescentes y jóvenes, el rol del adulto supone además hacer lugar a una
confrontación desde el afecto y el diálogo, que permita la constitución subjetiva, convertirse
a la vez en “punto de apoyo y confrontación” 8 .
Puertas abiertas a la comunidad:
Para que las prácticas de cuidado sean potenciadas y la tarea pueda llevarse adelante con
menos frustraciones es necesario ampliar la participación del resto de la comunidad; si esta
responsabilidad está distribuida en la sociedad en su conjunto, la tarea es más simple. El
Estado es el responsable de garantizar la protección de derechos de los niños a través de
sus diferentes instituciones y programas, por eso pensamos en una escuela con sus puertas
abiertas al resto de la comunidad, buscando establecer intercambios permanentes y recíprocos
con la salita del barrio, con los organismos de protección de derechos locales y con los dis-
tintos organismos de servicios sociales. A su vez es fundamental pensar el trabajo junto a las
familias y el contexto en el que la escuela se encuentra inserta, para ampliar la mirada y la
escucha a los atravesamientos que suceden cotidianamente.
Propuesta curricular:
La propuesta curricular permite a la escuela el abordaje de contenidos y la posibilidad de
hacer recortes hacia problemáticas propias de los contextos escolares que convoquen e
interpelen a los y las estudiantes dinamizando así la circulación de los saberes. Se parte de
los Lineamientos Curriculares para la Prevención de las Adicciones para abordarlo en los
diferentes niveles. Como explicamos a lo largo del material, se trata de visibilizar, fortalecer y
profundizar prácticas institucionales de cuidado que la escuela ya viene desarrollando habi-
tualmente. Se propone cuestionar la cultura del consumo en un sentido amplio, interpelarla,
para crear alternativas más saludables que introduzcan un quiebre a las propuestas estanda-
rizadas. Es fundamental pensar un abordaje integral de los contenidos sobre los consumos
basado en la inclusión de todos y todas, desde el cual aportar sentidos y desafíos en el aula.
Proyectos integrales preventivos:
Es importante que la institución en su conjunto cuente con espacios para plantear y realizar
acciones pedagógicas con un sentido preventivo. Para esto, es necesario que toda la comu-
nidad educativa participe en la elaboración de un diagnóstico inicial en el que puedan explorarse
cuáles son las necesidades y preocupaciones que se perciben como emergentes para trabajar
de manera formal y sostenida en el tiempo a través de un Proyecto integral Preventivo. Es
fundamental que estos proyectos puedan pensarse de manera transversal a las distintas
áreas curriculares, de forma interdisciplinaria y que cuenten con diferentes actores de la
comunidad educativa dispuestos a pensar en conjunto la prevención. Y, fundamentalmente,
que el proyecto integral preventivo se inscriba en el Proyecto Institucional. Recomendamos
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Kantor, D. Variaciones para educar adolescentes y jóvenes, Del Estante, Buenos Aires, 2008. P. 71.