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problemático, sin ser una adicción. Por ejemplo, muchos adultos toman nada más que un
vaso de alcohol con la cena -y ese consumo puede no afectarle negativamente-; sin embargo,
si luego del vaso de alcohol esa persona tiene que manejar, el consumo se puede volver
problemático, ya que los efectos del alcohol ponen en riesgo la vida propia y la de terceros
al manejar.
Un consumo se puede volver problemático también cuando no se puede sostener algo sin
ese consumo, como por ejemplo no poder divertirse sin alcohol, o no poder dormir sin tomar
pastillas, aunque estas sean de venta libre. Cabe recordar que cuando se trata de un niño,
niña o adolescente, dadas las características físicas y psicológicas relativas a sus etapas
vitales, el consumo de sustancias es siempre problemático.
Hablamos de adicción cuando la vida de una persona gira en torno de un consumo: no puede
vivir sin esa actividad o sustancia, y hace todo lo posible para conseguirla y consumirla. Es
una situación en la que la persona necesita con todas sus fuerzas lo que esa sustancia o
actividad le brinda, porque sin esa sensación vivir le resulta insoportable. La persona sustituye
progresivamente sus vínculos por el consumo, lo que lo deja cada vez más aislado.
La persona
El contexto
La sustancia
Para pensar los consumos problemáticos comúnmente se pone el foco en alguno de estos
tres vértices del triángulo (la persona, el contexto o la sustancia). En el caso del contexto,
se suele pensar que la culpa es del barrio, de la familia, de las “malas juntas”. En el caso de
la persona, que el problema es que el consumidor es un enfermo, un vicioso, un delincuente,
alguien inseguro. En el caso de la sustancia, se la suele concebir como un sujeto (y al con-
sumidor como un objeto), como un ente con voluntad propia, maligna, se la demoniza, se la
piensa como un agente externo a la sociedad que viene a destruirla. “La droga entró en la
escuela”, “El flagelo de la droga”.
Centrarse sólo en un aspecto lleva a un abordaje parcial y reduccionista que no da cuenta
de la complejidad de la problemática. Proponemos en cambio un enfoque relacional, donde
el consumo se vuelve problemático cuando la relación que la persona tiene con la sustancia
se va tornando el centro de su vida. Pensar en la relación, en el vínculo de un sujeto con una
sustancia, es poder hacerse las preguntas necesarias para abordar de modo complejo la
cuestión: no sólo preguntarse qué consume, cuánto y con qué frecuencia, sino también: ¿con
quiénes?, ¿cuándo?, ¿en qué situaciones de vida?, ¿ante qué?, ¿qué lugar ocupa en su vida?,
¿qué malestares tapona?, ¿qué le ofrece?, ¿de qué lo saca?, ¿a dónde lo lleva?, ¿por qué esa
sustancia?, ¿por qué con otros o solo?, ¿por qué en un lugar y no otro?, ¿qué pasó antes?,
¿cuál es el contexto microsocial y macrosocial?, etc. El consumo problemático, entonces,
se produce cuando una situación de vida exige aliviar un dolor, evadir un vacío, anestesiar
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