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evitar la transmisión de enfermedades zoonóticas, y como vigía de la salud de la mascota( 1, 26).
Un programa de manejo para la mascota de una persona inmunodeprimida, es similar al que se le recomendaría a todos los propietarios, la diferencia radica en que con los primeros el profesional debe asegurar que se cumpla a cabalidad. La primera medida a seguir, por parte del médico veterinario, es darle a conocer al propietario los riesgos que acarrea esta convivencia, brindando información precisa sobre las enfermedades que pueden ser transmitidas por el animal y las estrategias para minimizar las posibilidades de contagio. Adicionalmente, es importante hacer un plan financiero para evaluar los sobrecostos que un programa de ésta índole conlleva. El médico veterinario debe ser cauteloso en su orientación al propietario, ya que al alarmarlo se crearían inseguridades y temores que podrían deteriorar su relación con la mascota( 1, 26).
Es primordial vigilar los principales medios de transmisión de microorganismos, siendo estos los utensilios de comida, el agua de consumo, la materia fecal y la saliva. En el manejo se deben incluir aspectos mínimos como la alimentación de la mascota con un alimento de alta calidad, el cual haya sido sometido a procesos de pasteurización o cocción. Así mismo, el agua de consumo debe ser tratada y garantizada como potable. Se debe hacer lavado y desinfección constante de los utensilios donde el animal se alimenta, además de los lugares de descanso habituales. Las heces deben ser recogidas y dispuestas de manera tal que se asegure su inocuidad. Todas las anteriores medidas deben de ser realizadas con todas las mascotas, independiente del estado inmunológico de su propietario, pero se debe de cumplir estrictamente con los que están inmunocomprometidos( 1, 26).
Es necesario proponer medidas para evitar el contacto de la mascota con otros animales disminuyendo de esta manera la posibilidad de que contraiga enfermedades infectocontagiosas. Estas medidas se deben acompañar de un plan. sanitario con vacunaciones, control de endo y ectoparásitos, detartrajes, chequeos médicos más frecuentes( cada 3 a 4 meses) con la realización rutinaria de coprológicos, hemogramas y pruebas para funcionamiento hepático y renal( 1, 26).
Rev Col Cienc Pec 2007; 20:377-386
Personas epilépticas y las mascotas
Los beneficios de las mascotas en la vida del ser humano son incontables, pero en situaciones médicas especiales del propietario, el médico veterinario debe tener cautela al recomendar su tenencia: se debe anteponer la salud mental y física del animal y la integridad física del propietario. Cuando la condición especial es la epilepsia, estaría contraindicado adquirir un perro sin que este tuviese un entrenamiento específico para enfrentar las crisis convulsivas. Un perro no adiestrado podría reaccionar de manera instintiva, convirtiéndolo en poco confiable y de alta peligrosidad para su propietario( 25).
Los mecanismos de supervivencia de un perro están encaminadas hacia cuatro formas básicas: la huida, donde se retira o huye de la amenaza; el atacar, donde se desarrolla un comportamiento agresivo hacia la fuente agresora; la inmovilidad tónica, en el cual el perro no es capaz de tener una reacción de tipo motor quedándose inmóvil; y el comportamiento pacífico, en el cual puede tornarse juguetón, sumiso, presentar vocalización o gemidos, o asumir un comportamiento conflictivo. Debido a la neurofisiología del comportamiento del perro ante el miedo y su respuesta, fácilmente se entrecruzan las conductas de huida, ataque y de inmovilidad, las cuales se pueden intensificar y al mismo tiempo, alternarse rápidamente entre ellas en situaciones de extremo estrés y peligro. Cuando se generan exposiciones repetitivas a una amenaza, en este caso la epilepsia, la respuesta cada vez se puede tornar más errática y desencadenar en consecuencias lamentables para el dueño y el perro( 25).
Numerosos casos se han documentado en donde, durante los episodios epilépticos, los perros se tornan ansiosos, temerosos, inquietos, vocalizan, tratan de esconderse y exhibe comportamiento errático y agresivo. Estos perros han llegado a ahorcarse con su propia traílla tratando de huir de la situación, han atacado a la persona convulsiva causándole extensas heridas en cara o extremidades y han agredido a personas que están cerca o. aquellos que tratan de prestar auxilio( 25).
A perros no entrenados para el fenómeno de la epilepsia se les ha realizado mediciones de