Cuentos que me contaron de la Vía Férrea Cuentos que me Contaron de la Vía Férrea | Page 7
partidas. Degusté la pulpa ferrosa del bocachico, el
bagre blanco, la manamana y el armadillo con
aderezos de achote recién colado, donados por el
noble rio. Saboreé, por perro caliente, al maduro
espolvoreado con queso añejo; mis pizzas fueron de
cachapas con queso aguaíto recién liberado de la
prensa de turno donde Papá trabajaba. En vez de
hamburguesas, deleité mi paladar con arepas de
plátano verde cocío en brasas de fogón de leña.
Degusté la mantequilla escurrida en plátano verde
asao con queso blanco, en suculentas cenas de
Teodora y Balbina. Las aventuras de mis héroes
favoritos tenían por teatro la espesura del platanal y
los
matorrales
del
potrero.
El
aroma
vegetal,
entremezclada con humus de cultivo, era mi fragancia
diaria. De ahí vengo. Participé en algarabías de
pelotas, metras, trompos y emboques en mi calle El
Tubo; armé volantines para retar al viento. Practiqué
lucha libre para emular enmascarados, usé capas
para volar sobre las esperanzas, y di correteos en
juegos de cuarenta matas. Monté a caballos en
camellones
y
potreros
abiertos;
jugueteé
entre
corrientes y pozos apacibles en caños de la
panamericana. Tuve erizadas de piel con sombras
nocturnas imaginarias. Huí de peleas callejeras y
escolares; mi hermana me defendía. Correteé gallos,
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