Cuentos que me contaron de la Vía Férrea Cuentos que me Contaron de la Vía Férrea | Page 6

desplacé por el entramado de caminos de la carretera negra con sus afluentes de camellones. Supe que el "El Cuarenticinco", "El Dieciocho", "El Treinticinco", Los Cañitos, "El Quince", fueron florecientes estaciones del tren. Alternamos también con Janeiro, Caño Blanco, El Chivo, Concha y Cuatro Esquinas. No me es ajeno el mastranto de vaquera, los bramidos entre cantares de ordeño, y la espumosa leche tibia al sol naciente. Disfruté de la dulzura del mango entre piruetas en su ramaje. El canto del gallo y el trino del pitirrí me lanzaban al día, y las sombras estiradas del sol poniente le ponían en pausa. El sofoco diario se apaciguaba con querencias de mis seres queridos. Observé trazos de aguaceros sobre el terrenal del patio; me zambullí entre perlas cristalinas en chaparrones de invierno, y sentí el salpique de la lluvia sobre mi cuerpo y faz; probé sus aguas en los caldos de Mamá y en el agüita de panela de la tapara de Papá. Contemplé la ocre serpentina de las aguas apacibles del Escalante enrumbadas a la cuenca lacustre en búsqueda del relámpago silente. Con nostalgia reconstruyo las níveas piraguas pincelando el malecón de la Orilla, al contraste de la larguirucha chimenea de la fábrica láctea. Aún percibo las frecuencias de sus pitos sonoros, aún escucho el júbilo a sus llegadas y las despedidas tristes de las 5