Cuentos que me contaron de la Vía Férrea Cuentos que me Contaron de la Vía Férrea | Page 40
de fronda rasante con la hierba de la sabana lo llamé
Nara, y así los bauticé con nombres conocidos para
tratarlos con cariño y recordarlos con facilidad. Con
cada parada del autobús, mis amigos de la sabana
también se detenían y pegaban la carrera al continuar
la marcha; eso me gustaba. Me seducía la magia
encerrada en los cambios de desplazamiento de mis
inquietos compañeros vegetales a través de la vía; y
el vuelo estático rasante de trenes de garzas blancas
levitando frente a la ventana del bus me sumergía en
las primeras inquietudes sobre el cómo se movían los
cuerpos. Fue mi experiencia previa más incipiente
sobre la relatividad del movimiento.
De esta manera los minutos se me acortaban tan
rápido, hasta que debía centrar mi atención en uno
pescuezudo como las garzas blancas de la orilla del
camino,
cuando
papá
me
sacaba
de
mi
ensimismamiento al decirme “estamos cerca”. Ese
árbol me sedujo por su porte magistral de gigante
solitario, erguido a orilla de la carretera negra. Por eso
le pedía a papá sentarnos del lado derecho del
autobús para divisarlo con facilidad antes de llegar al
caserío. Era la ceiba del Moralito, la que nos indicaba
que estábamos llegando a nuestro destino. La
recuerdo mucho, porque papá me decía que iba a
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