Cuentos que me contaron de la Vía Férrea Cuentos que me Contaron de la Vía Férrea | Page 41

crecer tanto como ella y que mi cabellera iba a ser así de frondosa. Entonces sentía que iba a ser gigante como la ceiba y con la mente lúcida de mi papá. Con cada domingo que la divisaba, sentía que me estiraba más, más y más. Me compenetré tanto con la Ceiba del Moralito que siempre esperaba la pregunta de mamá al regresar a casa: “la viste?” ¡Sí y crecí, míreme! Por eso me ponía el cucurucho de bijao para ser tan alto como la ceiba. Siempre traté de encontrarme con una larguirucha más alta, pero nunca encontré a la redoma otra que la traspasara. Por supuesto que había, pero esa ceiba llenó tanto mi infancia de encanto y fascinación que al dejar el Cuarenticinco hacia Mene Grande, plasmé su imagen en la primera tarea de dibujo libre en mi escuela de primer grado. Hoy me pregunto. ¿Desde cuándo eres Faro del Moralito, Ceiba? ¿Cuántas estrellas habrás enumerado desde aquellos días? ¿Cuánto medirá tu pescuezo de garza blanca aferrado a la sabana? ¿Cuántas hojas habrás esparcido al recto camino? ¿Cuántos chubascos de Santa Rosa habrán querido doblegarte? ¿Cuántos rayos y centellas te han desafiado? ¿Cuántos nidos de gavilán peregrino habrás albergado desde entonces? ¿Cuántos niños 40