Cuentos que me contaron de la Vía Férrea Cuentos que me Contaron de la Vía Férrea | Page 39
veces me elaboraba para sentirme más alto. Me
gustaban
las
jugadas
al
escondite
que
constantemente hacían a medida que el autobús
avanzaba. Al vaivén de mi manita los saludaba desde
el inicio de mi viaje; parecía que los conocía desde
siempre. Se alegraban al verme, sobre todo los más
cercanos que enloquecían moviendo estrepitosamente
sus ramajes, y aplaudiendo con el golpeteo de sus
hojas, y los más distantes que me seguían con la
mirada de sus difusas frondas. Eran mis amigos de
aventura por la carretera negra; los otros, los de mi
patio, los que se quedaban esperándome, eran
tranquilos y sólo respondían a las caricias y rumores
de los cotidianos vientos. Me impresionaban éstos,
por sus correteos por la vía, ¡cómo se alborotaban
cuando me veían!, venían a mi encuentro unos, y me
dejaban un fugaz saludo; mientras otros, me pedían
que atendiera sus fascinantes correrías por la
inmensa sabana surlaguense. Unas veces eran
brillocitos al mediodía, otras se teñían de un
blanquecino difuso cuando se escondían tras la bruma
matutina; había días que cambiaban de color. En
ocasiones, algunos se vestían de amarillo pollito,
mientras otros conservaban su ropaje verde con
diferentes matices. Al que vestía de sol dorado lo
llamé Pollín por mi mascota mas reciente; al redondo
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