Cuentos que me contaron de la Vía Férrea Cuentos que me Contaron de la Vía Férrea | Page 14
Papá tenía una lista de cuentos presenciados por él
mismo en esas tierras. Uno que escuché varias veces
de sus propios labios, reforzados por los aportes de
Mamá fue el siguiente. Acababa de oscurecer aquel
viernes en el Cuarenticinco y como de costumbre las
banquetas se colocaron en el enlozado de la casa de
tabla y techo de dos aguas donde vivíamos a fin de
sobrellevar la calurosa oscuridad repleta de mosquitos
y zancudos, controlados a medias por la humareda del
montón de bosta de vaca seca encendida y apostada
a nuestro lado. Al frente se divisaban las dos lámparas
coleman a gasolina que iluminaban al mejor negocio
del caserío, separado de nosotros por los rieles que
ya habían dejado de ser asiento del ferrocarril hacía
pocos años atrás. Había gente reunida en el porche
del negocio intercambiando tragos de sus respectivas
botellas, la algarabía y las carcajadas llegaban hasta
donde estábamos sentados. Creo que tendría unos
cuatro años porque no recuerdo el incidente; me
atrevo a narrarlo, reconstruyendo los hechos de los
frecuentes comentarios de mis viejos. De pronto
comienza el zaperoco y la pelea, y uno de los
contrincantes salta por el mostrador y se ampara en el
interior del negocio, al que inmediatamente le bajan
los ventanales y lo cierran. Todo el mundo se pierde y
queda el desafiante insistiendo a que saliera su
13