Cuentos policiales 6to B | Page 26

No, no significaba nada, probamos también alterando el orden, al revés, en otro idioma, pero no lo lográbamos descifrar. De pronto, me vino una idea a la cabeza.

-¿Y si los números son como las letras? Por ejemplo: el uno es la a, el dos la b, el tres la c... ¿entendés?- dije, dispuesta a aferrarme a esta última opción hasta que me obligasen a soltarla y rendirme.

Hicimos la prueba, y ante nuestros ojos vimos lo que quería decir el mensaje.

“SI DESEAN ENCONTRARNOS, VAMOS A ROBAR A LA RADIO”

Nos miramos orgullosos, solo había que ir a avisar a la policía.

Corrimos hasta la cocina y le contamos todo a mamá, ella nos escuchó sin interrumpirnos, luego nos dijo que se lo dijésemos también a los papás de Sebas. Entonces, luego de explicárselos a ellos también, fuimos hacia la comisaría. El Oficial Ramírez (que así se llama nuestro oficial) nos miró un largo rato cuando terminamos de contar la historia y luego nos anunció que iría enseguida con unas cuantas patrullas a la radio de Yacanto. Le insistimos tanto a nuestras mamás para que nos dejaran ir a atrapar a los culpables que al final cedieron.

Fuimos todos a la radio, cuando llegamos vimos que no había luz en el interior, por lo que supusimos que debían de tener linternas con ellos.

Entramos y vimos a cinco hombres con máscaras como las del graffitti que nos estaban mirando fijamente, pero que levantaron los brazos cuando todos los policías sacaron sus armas. Se estaban intentando llevar los equipos para venderlos seguramente.

Luego de llevarlos a todos a la comisaría, el Oficial Ramírez reconoció, tras sacarles a todos las máscaras, a unos ex-convictos que habían quedado libres tras cinco años de prisión. Uno de ellos nos confesó que se había arrepentido a último momento, pero que los demás lo amenazaron para que siguiese robando, por eso, cuando los otros ladrones estaban distraídos escribió el código para que alguien lo descifrase, y dicho esto nos sonrió abiertamente a Sebas y a mí. Unos días después se hizo el juicio, cuatro de los enmascarados fueron condenados a cadena perpetua por delitos cometidos anteriormente, mientras que al arrepentido lo condenaron a unos cuantos meses en prisión, ya que se demostró que antes había estado preso por un error judicial