le hizo varias preguntas como por ejemplo: A qué hora se fue Carlos del hogar, si le mandó mensaje de texto preguntándole por dónde estaba, si tenía mala relación con alguna persona, si alguien de la familia pertenecía a alguna asociación ilícita o algo por el estilo. Luego, María le mostró la amenaza que recibió a Mariano Ponce, agente policial criminalística y forense de la 34°, la policía se dirigió rápidamente hacia el lugar del hecho y preguntó a los vecinos si aquella noche alguien vio lo que había pasado. Mas nadie había presenciado el hecho. De tal forma que pasaron a buscar pistas en el puente y sus alrededores, entonces encontraron un tubo de agua con sangre, huellas de zapatos manchados en sangre, un revólver que tenía todas las balas, una foto de él y su familia, marcas de goma de neumáticos en la calle, manchas de sangre en la acera e hilo de seda como de traje. Ya con todas esas pistas construyeron una hipótesis que fue desarrollada por Mariano Ponce:
-Él, o los sujetos de traje, interceptaron a la víctima que la asustaron para robarle, con su revólver, sus pertenencias. Luego alguno de ellos arrancó el tubo de alguna cañería del puente para golpearlo. Después quedó en la acera, ahí lo siguieron golpeando. Hasta más o menos cinco minutos. Luego se lo llevaron y por las marcas de neumáticos quemados, se lo llevaron a Capital, así que no deben de estar muy lejos.
Rápidamente llevaron la evidencia a la comisaría y allí empezaron a peritar, pero no les servían de nada los peritajes porque tenían la hipótesis correcta. Lo que les faltaba era ADN de los asesinos. A la noche, los mismos asesinos llamaron a la madre de Carlos, ofreciéndole un monto de dinero para que pueda recuperar a su hijo, lo que le pidieron fue $6.000.000 para el sábado 3 de enero, era el miércoles 31 de diciembre, pero, si no lo hacían, lo matarían y le darían el cuerpo del joven por partes a través de un mensajero. Ella aceptó ese trato e intentó juntar todo el dinero gracias a contactos bancarios que le concedieron préstamos. Ellos volvieron a llamar y en ese momento les dijeron que lo iban a torturar ahogándolo con un litro por cada 10 minutos que pasaban sin que el mensajero no llamara para avisar que habían entregado el dinero. Rápidamente la policía los contactó para establecer el punto de entrega y acordaron en La Boca en un tacho de basura del estadio Alberto José Armando, allá tendría que estar un mensajero especial. Allí dejaron la plata.