Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
Volvió a su casa; pero las abejas volaron al palacio y entraron por las ventanas abiertas para
reconocerlo todo y examinar todas las cosas en sus más pequeños detalles y apresurándose a volver
a su colmena, construyeron un palacio de cera que no se podía ver sin llenarse de admiración.
Todo estaba dispuesto por la noche y cuando volvió el sastre al día siguiente halló esperándole el
soberbio edificio, blanco como la nieve y exhalando un dulce olor a miel, sin que faltase un clavo
en las paredes, ni una teja en el techo. El sastre lo envolvió con cuidado en la servilleta y se lo llevó
al rey, que no podía volver de su asombro. Hizo colocar la obra maestra en la sala principal de su
palacio y recompensó al sastre con el regalo de una casa grande de piedra.
Aun no se dio por vencido el zapatero. Fue por tercera vez a buscar al rey y le dijo:
-Señor, ha llegado a oídos del sastre que siempre se ha intentado en vano abrir un pozo en el patio
de vuestro palacio y se ha alabado de hacer saltar un cañón de agua más alto que un hombre y más
claro que el cristal.
El rey hizo llamar al sastre y le dijo:
-Si mañana no hay en mi patio un juego de agua, tal como el de que tú te has alabado, mi verdugo
te cortará la cabeza en ese mismo patio.
El desgraciado sastre ganó sin más tardanza las puertas de la ciudad y como en esta ocasión se
trataba de su vida, las lágrimas le corrían a lo largo de las mejillas. Caminaba tristemente cuando
se encontró al lado el potro al que le había concedido libertad y que era ya un hermoso caballo
castaño.
-Ha llegado el instante, -le dijo-, en que puedo manifestarte mi reconocimiento. Conozco tu
situación, pero te sacaré de ella; monta encima de mí, ahora puedo llevar dos como tú sin dificultad
alguna.
El sastre recobró su valor, saltó en el caballo que galopó enseguida hacia la ciudad y entró en el
patio del palacio. Dio tres vueltas al galope tan rápido como el relámpago y a la tercera se detuvo
de repente; al mismo tiempo se oyó un espantoso ruido: un terrón de tierra saltó como una bomba
por encima del palacio y salió al mismo tiempo un juego de agua tan alto como un hombre a
caballo y tan puro como el cristal. Los rayos del sol jugaban en él brillando. El rey, viendo esto, se
llenó de asombro y estrechó al sastre entre sus brazos.
Mas nuestro hombre no estuvo en paz por mucho tiempo. El rey tenía muchas hijas, más hermosas
las unas que las otras, pero ningún hijo. El malvado zapatero se dirigió por cuarta vez al rey y le
dijo:
-Señor, el sastre es más orgulloso cada día. Ahora se alaba de que si quiere hará que os venga un
hijo por lo alto de los aires.
El rey mandó venir al sastre y le dijo que si le traía un hijo dentro de ocho días le daría su hija
mayor en matrimonio.
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