Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
En el mismo instante vio dos pequeños patos que nadaban en un estanque.
-Llegan a propósito -pensó para sí y cogiendo uno iba a retorcerle el cuello.
Pero una ánade vieja, que estaba oculta entre las cañas, corrió hacia él con el pico abierto, y le
suplicó llorando que dejase a sus hijuelos.
-Piensa, -le dijo-; en el dolor de tu madre si te dieran el golpe de muerte.
-No tengas cuidado, -respondió el buen hombre-; no le tocaré -y echó al agua el pato que había
cogido.
Al volver vio un árbol muy grande, medio hueco, a cuyo alrededor volaban abejas salvajes.
-Heme aquí recompensado de mi buena acción, -se dijo-, voy a regalarme con miel.
Pero saliendo del árbol, le declaró la reina de las abejas, que si tocaba a su pueblo y a su nido sería
al instante herido de mil picaduras; que si, por el contrario, las dejaba en paz, las abejas podrían
serle útiles más tarde.
El sastre comprendió pronto que nada podía esperar por aquel lado.
-Tres platos vacíos y nada en el cuarto, -se decía a sí mismo-, es una comida sin ningún regalo.
Se arrastró extenuado por el hambre hasta la ciudad, pero como entró al dar el mediodía, en las
posadas estaba preparada la comida y no había más que ponerse a la mesa. En cuanto concluyó
corrió la ciudad para buscar trabajo y le encontró bien pronto con buenas condiciones.
Como sabía bien su oficio, no tardó en darse a conocer y todos querían tener un vestido nuevo,
hecho de su mano. Su fama crecía de día en día y el rey, por último, le nombró sastre de la corte.
Pero, ¡cuántas vueltas da el mundo! En el mismo día, su antiguo camarada el zapatero, fue nombrado
zapatero de la corte. Cuando vio al sastre con sus dos buenos ojos, se turbó su conciencia:
-Antes que piense en vengarse de mí, -se dijo-, tengo que tenderle algún lazo.
Pero con frecuencia se tienden lazos a los demás para caer en ellos uno mismo. Por la noche,
concluido su trabajo fue a palacio en secreto y dijo al rey:
-Señor, el sastre es un hombre muy orgulloso: se ha alabado de que encontraría la corona de oro
que habéis perdido tanto tiempo hace.
-Me alegraría mucho; -dijo el rey.
Y al día siguiente llamó al sastre a su presencia y le mandó traerle la corona o salir para siempre
de la ciudad.
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