CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 76

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica Ambos tenían más tiempo que perder que dinero que gastar. En todas las ciudades donde entraban, visitaban a los maestros de sus oficios, y, como el sastrecillo era un muchacho muy guapo y de muy buen humor le daban trabajo con mucho gusto, y aún a veces la hija del maestro le daba además, algún que otro apretón de manos por detrás de la puerta. Cuando volvía a reunirse con su compañero, su bolsa era siempre la más repleta. Entonces el zapatero, gruñendo siempre, se ponía aún más feo, refunfuñando por lo bajo: -Sólo los pícaros tienen fortuna. Pero el sastre no hacía más que reírse y repartía todo lo que tenía con su compañero. En cuanto oía sonar metal en su bolsillo se hacía servir de lo mejor y manifestando con gestos su alegría, hacía saltar los vasos encima de la mesa. Por él podía muy bien decirse: «pronto ganado, pero aún más pronto gastado.» Después de haber viajado durante algún tiempo, llegaron a un espeso bosque, por el que pasaba el camino hacia la capital del reino. Había que elegir entre dos sendas, por la una se tardaba en llegar siete días, por la otra dos solamente; pero ninguno de los dos sabía cual era la más corta. Se sentaron bajo una encina y pensaron juntos el camino que debían tomar y la cantidad de pan que convenía llevar. El zapatero dijo: -Siempre se debe tomar el mayor número de precauciones posibles, compraré pan para siete días. -¿A qué viene, -dijo el sastre-, llevar en la espalda pan para siete días: como una bestia de carga? Yo tengo confianza en Dios, y nada me da cuidado. El dinero que llevo en el bolsillo vale tanto en verano como en invierno, pero cuando hace calor el pan se seca y enmohece. Mi casaca no pasa de la torda: yo no tomo tantas precauciones. Y además, ¿por qué no hemos de dar con el camino mejor? Basta con pan para dos días. Cada uno hizo sus provisiones, y se pusieron en camino a