Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
Al amanecer se empeñó en marcharse la Cenicienta, y el príncipe en acompañarla, mas se escapó
con tal ligereza que no pudo seguirla, pero el hijo del rey había mandado untar toda la escalera de
pez y se quedó pegado en ella el zapato izquierdo de la joven; levantole el príncipe y vio que era
muy pequeño, bonito y todo de oro. Al día siguiente fue a ver al padre de la Cenicienta y le dijo:
-He decidido que sea mi esposa, la que venga bien este zapato de oro.
Alegráronse mucho las dos hermanas porque tenían los pies muy bonitos; la mayor entró con el
zapato en su cuarto para probárselo, su madre estaba a su lado, pero no se lo podía meter, porque
sus dedos eran demasiado largos y el zapato muy pequeño; al verlo le dijo su madre alargándole
un cuchillo:
-Córtate los dedos, pues cuando seas reina no irás nunca a pie.
La joven se cortó los dedos; metió el zapato en el pie, ocultó su dolor y salió a reunirse con el hijo
del rey, que la subió a su caballo como si fuera su novia, y se marchó con ella, pero tenía que pasar
por el lado del sepulcro de la primera mujer de su padrastro, en cuyo árbol había dos palomas, que
comenzaron a decir.
No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.
Se detuvo, le miró los pies y vio correr la sangre; volvió su caballo, condujo a su casa a la novia
fingida y dijo que no era la que había pedido, que se probase el zapato la otra hermana. Entró ésta
en su cuarto y se lo metió bien por delante, pero el talón era demasiado grueso; entonces su madre
le alargó un cuchillo y le dijo:
-Córtate un pedazo del talón, pues cuando seas reina, no irás nunca a pie.
La joven se cortó un pedazo de talón, metió un pie en el zapato, y ocultando el dolor, salió a ver al
hijo del rey, que la subió en su caballo como si fuera su novia y se marchó con ella; cuando pasaron
delante del árbol había dos palomas que comenzaron a decir:
No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.
Se detuvo, le miró los pies, y vio correr la sangre, volvió su caballo y condujo a su casa a la novia
fingida:
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