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Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica subiré por ellos. Enseguida cayeron los cabellos y subió el hijo del rey. Al principio se asustó Rapunzel cuando vio entrar un hombre, pues sus ojos no habían visto todavía ninguno, pero el hijo del rey comenzó a hablarle con la mayor amabilidad, y le refirió que su cántico había conmovido de tal manera su corazón, que desde entonces no había podido descansar un solo instante y se había propuesto verle y hablarle. Desapareció con esto el miedo de Rapunzel y cuando le preguntó si quería casarse con él, y vio que era joven y buen mozo, pensó para sí: -Le querré mucho más que a la vieja hechicera. Le dijo que sí, y estrechó su mano con la suya, añadiendo: -De buena gana me marcharía contigo, pero ignoro cómo he de bajar; siempre que vengas tráeme cordones de seda con los cuales iré haciendo una escala, y cuando sea suficientemente larga, bajaré, y me llevarás en tu caballo. Convinieron en que iría todas las noches, pues la hechicera iba por el día, la cual no notó nada hasta que le preguntó Rapunzel una vez: -Dime, abuelita ¿cómo es que tardas tanto tiempo en subir, mientras el hijo del rey llega en un momento a mi lado? -¡Ah, pícara! -le contestó la hechicera-. ¡Qué es lo que oigo! ¡Yo que creía haberte ocultado a todo el mundo, y me has engañado! Cogió encolerizada los hermosos cabellos de Rapunzel, les dio un par de vueltas en su mano izquierda, tomó unas tijeras con la derecha, y tris, tras, los cortó, cayendo al suelo las hermosas trenzas, y llegó a tal extremo su furor que llevó a la pobre Rapunzel a un desierto, donde la condenó a vivir entre lágrimas y dolores. El mismo día en que descubrió la hechicera el secreto de Rapunzel, tomó por la noche los cabellos que le había cortado, los aseguró a la ventana, y cuando vino el príncipe dijo: Rapunzel, Rapunzel, echa tus cabellos subiré por ellos, Los encontró colgando. El hijo del rey subió entonces, pero no encontró a su querida Rapunzel, sino a la hechicera, que le recibió con la peor cara del mundo. -¡Hola! -le dijo burlándose-, vienes a buscar a tu queridita, pero el pájaro no está ya en su nido y no volverá a cantar; le han sacado de su jaula y tus ojos no le verán ya más. Rapunzel es cosa perdida para ti, no la encontrarás nunca. 43