Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
El Príncipe Rana
o Enrique el Férreo
En aquellos tiempos, cuando se cumplían todavía los deseos, vivía un rey, cuyas hijas eran todas
muy hermosas, pero la más pequeña era más hermosa que el mismo sol, que cuando la veía se
admiraba de reflejarse en su rostro. Cerca del palacio del rey había un bosque grande y espeso, y
en el bosque, bajo un viejo tilo, había una fuente; cuando hacía mucho calor, iba la hija del rey al
bosque y se sentaba a la orilla de la fresca fuente; cuando iba a estar mucho tiempo, llevaba una
bola de oro, que tiraba a lo alto y la volvía a coger, siendo este su juego favorito.
Pero sucedió una vez que la bola de oro de la hija del rey no cayó en sus manos, cuando la tiró a
lo alto, sino que fue a parar al suelo y de allí rodó al agua. La hija del rey la siguió con los ojos,
pero la bola desapareció, y la fuente era muy honda, tan honda que no se veía su fondo. Entonces
comenzó a llorar, y lloraba cada vez más alto y no podía consolarse. Y cuando se lamentaba así,
le dijo una voz:
-¿Qué tienes, hija del rey, que te lamentas de modo que puedes enternecer a una piedra?
Miró entonces a su alrededor, para ver de dónde salía la voz, y vio una rana que sacaba del agua
su asquerosa cabeza:
-¡Ah! ¿Eres tú, vieja azota charcos? -le dijo-; lloro por mi bola de oro, que se me ha caído a la
fuente.
-Tranquilízate y no llores -le contestó la rana-; yo puedo sacártela, pero ¿qué me das, si te devuelvo
tu juguete?
-Lo que quieras, querida rana -le dijo-; mis vestidos, mis perlas y piedras preciosas y hasta la
corona dorada que llevo puesta.
La rana contestó:
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