CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 22

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica El muchacho subió tranquilamente la escalera con el verdugo, pero en el último escalón se volvió y dijo al juez: -Concededme una cosa antes de morir. -Te la concedo -dijo el juez-, a menos que no pidas la vida. -No os pido la vida -respondió el joven-; permitidme solamente por última vez tocar el violín. El judío dio un grito de dolor: -Por amor de Dios, no se lo permitáis, no se lo permitáis. Pero el juez dijo: -¿Por qué no darle ese último placer? Además no podía negárselo, a causa del don que tenía el muchacho de hacerse conceder todo lo que pidiera. El judío gritó: -¡Ah, Dios mío! Atadme, atadme bien. El buen muchacho cogió su violín, y al primer golpe del arco todo el mu ndo comenzó a moverse y a menearse; el juez, el escribano, los criados del verdugo, y se cayó la cuerda de las manos del que quería atar al judío. Al segundo golpe, todos comenzaron a saltar y a bailar: el juez y el judío al frente saltaban más alto que los demás. La danza se generalizó por último, bailando todos los espectadores, gordos y flacos, jóvenes y viejos; hasta los perros se levantaban sobre sus patas traseras para bailar también. Cuanto más tocaba, más saltaban los bailarines: las cabezas chocaban entre sí y la multitud comenzó a gemir tristemente. El juez exclamó perdiendo el aliento: -Te concedo el perdón, pero deja de tocar. El buen muchacho colgó su violín al cuello y bajó la escalera. Se acercó al judío, que estaba en el suelo y procuraba recobrar su aliento. -Pícaro -le dijo-; confiesa de donde te viene tu oro, o cojo mi violín y vuelvo a empezar. -¡Lo he robado, lo he robado! -exclamó el judío-. Tú lo habías ganado bien. De aquí resultó que el juez cogió al judío y le hizo ahorcar como ladrón. 22