CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 204

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica -Mira, me he lastimado un pie; úntamelo con un poco de pasta. Untada que tuvo ya la pata, fue al encuentro del molinero: -Échame harina blanca en el pie -díjole. El molinero, comprendiendo que el lobo tramaba alguna tropelía, negóse al principio, pero la fiera lo amenazó: -Si no lo haces, te devoro. El hombre, asustado, le blanqueó la pata. Sí, así es la gente. Volvió el rufián por tercera vez a la puerta y, llamando, dijo: -Abrid, pequeñas; es vuestra madrecita querida, que está de regreso y os trae buenas cosas del bosque. Las cabritas replicaron: -Enséñanos la pata; queremos asegurarnos de que eres nuestra madre. La fiera puso la pata en la ventana y al ver ellas que era blanca, creyeron que eran verdad sus palabras y se apresuraron a abrir. Pero fue el lobo quien entró. ¡Qué sobresalto, Dios mío! ¡Y qué prisas por esconderse todas! Metióse una debajo de la mesa; la otra, en la cama; la tercera, en el horno; la cuarta, en la cocina; la quinta, en el armario; la sexta, debajo de la fregadera y la más pequeña, en la caja del reloj. Pero el lobo fue descubriéndolas una tras otra y sin gastar cumplidos, se las engulló a todas menos a la más pequeñita que oculta en la caja del reloj, pudo escapar a sus pesquisas. Ya satisfecho, el lobo se alejó a un trote ligero y llegado a un verde prado, tumbóse a dormir a la sombra de un árbol. Al cabo de poco regresó a casa la vieja cabra. ¡Santo Dios, lo que vio! La puerta, abierta de par en par; la mesa, las sillas y bancos, todo volcado y revuelto; la jofaina, rota en mil pedazos; las mantas y almohadas, por el suelo. Buscó a sus hijitas, pero no apa