Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
cortando saltaron las seis afuera, una tras otra, todas vivitas y sin daño alguno, pues la bestia, en su
glotonería, las había engullido enteras. ¡Allí era de ver su regocijo! ¡Con cuánto cariño abrazaron
a su mamita, brincando como sastre en bodas! Pero la cabra dijo:
-Traedme ahora piedras; llenaremos con ellas la panza de esta condenada bestia, aprovechando
que duerme.
Las siete cabritas corrieron en busca de piedras y las fueron metiendo en la barriga, hasta que ya
no cupieron más. La madre cosió la piel con tanta presteza y suavidad, que la fiera no se dio cuenta
de nada ni hizo el menor movimiento.
Terminada ya su siesta, el lobo se levantó y como los guijarros que le llenaban el estómago le
diesen mucha sed, encaminóse a un pozo para beber. Mientras andaba, moviéndose de un lado a
otro, los guijarros de su panza chocaban entre sí con gran ruido, por lo que exclamó:
¿Qué será este ruido
que suena en mi barriga?
Creí que eran seis cabritas,
mas ahora me parecen chinitas.
Al llegar al pozo e inclinarse sobre el brocal, el peso de las piedras lo arrastró y lo hizo caer
al fondo, donde se ahogó miserablemente. Viéndolo las cabritas, acudieron corriendo y gritando
jubilosas:
-¡Muerto está el lobo! ¡Muerto está el lobo!
Y, con su madre, pusiéronse a bailar en corro en torno al pozo.
205