Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
La Sepultura
Un labrador muy rico estaba un día delante de su puerta, mirando sus campos y sus huertos; el
llano estaba cubierto por la cosecha; los árboles estaban cargados de fruta. El trigo de los años
anteriores llenaba de tal modo sus graneros, que las vigas del techo se doblaban bajo su peso. Sus
establos estaban llenos de bueyes, de vacas y de caballos.
Entró en su cuarto y dirigió una mirada al cofre en que encerraba el dinero, pero mientras estaba
absorto en la contemplación de estas riquezas, creyó oír en su interior una voz que le decía:
-¿Has hecho feliz, a pesar de todo tu oro, a alguno de los que te rodeaban? ¿Has aliviado la miseria
de los pobres? ¿Has repartido tu pan con los que tenían hambre? ¿Has estado satisfecho con lo que
poseías y no has deseado nunca más?
Su corazón no vaciló en contestar:
-Siempre he sido duro e inexorable, nunca he hecho nada por mis parientes ni por mis amigos.
No me he preocupado acerca de Dios, sino que sólo pensaba en aumentar mi riqueza. Aun cuando
hubiera poseído el mundo entero, no hubiera tenido nunca bastante.
Este pensamiento le atemorizó, temblándole las rodillas de tal modo que se vio obligado a sentarse.
Al mismo tiempo llamaron a la puerta. Era uno de sus vecinos, cargado de hijos, a quienes no podía
sustentar.
-No ignoro, -pensaba para sí-, que mi vecino es mucho más despiadado que rico; sin duda no hará
caso de mí, pero mis hijos me piden pan; voy a hacer una prueba.
En cuanto llegó a la presencia del rico, le dijo de esta manera:
-Sé no os gusta socorrer a nadie, pero me dirijo a vos con desesperación, como un hombre que,
estando próximo a ahogarse, se agarra a la más débil rama. Mis hijos tienen hambre: prestadme un
puñado de trigo.
Un rayo de compasión penetró por primera vez en el hielo de aquel corazón avaro.
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