Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
-Pero no como el mío, querido padre, cuando le digo: Palo, fuera del saco, se lanza sobre los que
le hacen daño y los apalea hasta que caen al suelo pidiendo perdón, y me ha servido como veréis
para recobrar la mesa y el asno que ese ladrón de posadero había robado a mis hermanos.
Mandadlos venir a los dos y convidad a todos nuestros parientes, que quiero obsequiarlos y llenar
sus bolsillos.
El viejo sastre fue a buscar a sus parientes aunque no tenía la mayor confianza; el tornero extendió
un paño en el cuarto, trajo al asno e imitó a su hermano a pronunciar las palabras sacramentales.
El molinero dijo bricklebrit y enseguida cayeron monedas de oro como si fueran granizo y no cesó
la lluvia hasta que todos ellos tuvieron más de las que podían llevar (no te hubiera desagradado
encontrarte allí querido lector). Enseguida cogió el tornero la mesa y dijo a su hermano el ebanista:
-Ahora te toca a ti.
Apenas hubo dicho éste:
-Mesa sírvenos -quedó servida y cubierta de los platos más apetitosos.
Hubo entonces un festín como nunca le había visto el viejo en su casa y todos continuaron reunidos
divirtiéndose hasta que llegó la noche.
El sastre guardó cuidadosamente sus agujas, su dedal, su vara y sus hilos, y vivió contento y alegre
el resto de sus días en compañía de sus tres hijos.
¿Pero qué había sucedido a la cabra que fue causa de que el padre echara de su casa a sus tres hijos?
Voy a referirlo.
Como tenía vergüenza de ver su cabeza pelada, fue a esconderse a una madriguera de zorras. Al
volver percibió el zorro en la oscuridad dos ojos grandes que brillaban como ascuas, se amedrentó
y huyó.
Encontrole un oso y le dijo viendo su turbación:
-¿Qué hay, hermano zorro, de dónde vienes tan asustado?
-¡Ah!, -respondió