Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
-No, -contestó-, no quiero tomar parte en vuestro escote, os convido por el contrario a tomarla
conmigo.
Se echaron a reír creyendo querría burlarse, sin embargo, preparó su mesa en medio de la sala y
dijo:
-Mesa, sírveme.
Enseguida se cubrió de manjares, tales como no habían salido nunca de la cocina de la posada y
cuyo olor agradaba al olfato de los convidados.
-Vamos, señores, -exclamó-; a la mesa.
Viendo de lo que se trataba no se hicieron de rogar y se pusieron a trabajar heroicamente con el
cuchillo en la mano, pero los llenaba de admiración el ver que a medida que se vaciaba un plato, le
reemplazaba otro lleno. Hallábase en un rincón el posadero viendo todo esto sin saber qué pensar,
pero se decía a sí mismo que una cocina de esta clase le sería muy útil en su posada.
El ebanista y sus compañeros pasaron alegremente una parte de la noche y al fin fueron a acostarse;
el joven al meterse en la cama, colocó su mesa cerca de la pared; mas el posadero no podía dormir,
agitado por diferentes pensamientos; recordó que tenía en el granero una mesa vieja exactamente
igual y fue a buscarla en silencio y la colocó en lugar de la otra.
Despertó al día siguiente el ebanista y después de haber pagado por la noche que había pasado en
la posada, cogió la mesa sin darse cuenta del cambio y continuó su camino.
Llegó al mediodía a la casa de su padre, quien le recibió con extraordinario placer.
-¿Qué has aprendido, querido hijo? -le preguntó.
-El oficio de ebanista, padre mío.
-Es un buen oficio, -replicó el anciano-, y ¿qué has traído de tus viajes?
-Padre, lo mejor de cuanto poseo, es una mesita pequeña.
El padre miró por todas partes y lo dijo:
-Si es esa tu obra maestra, no tiene nada de extraordinario, es un mueble viejo que apenas puede
tenerse de pie.
-¡Oh!, -contestó el hijo-, es una mesa mágica, cuando la mando me sirva, se llena de los mejores
platos, de vino para alegrar el corazón y convidar a todos nuestros parientes y amigos, que vengan
a regalarse, la mesa bastará para todos.
Apenas estuvieron reunidos puso su mesa en medio del cuarto y le dijo:
-Mesa, sírvenos.
163