CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 163

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica -No, -contestó-, no quiero tomar parte en vuestro escote, os convido por el contrario a tomarla conmigo. Se echaron a reír creyendo querría burlarse, sin embargo, preparó su mesa en medio de la sala y dijo: -Mesa, sírveme. Enseguida se cubrió de manjares, tales como no habían salido nunca de la cocina de la posada y cuyo olor agradaba al olfato de los convidados. -Vamos, señores, -exclamó-; a la mesa. Viendo de lo que se trataba no se hicieron de rogar y se pusieron a trabajar heroicamente con el cuchillo en la mano, pero los llenaba de admiración el ver que a medida que se vaciaba un plato, le reemplazaba otro lleno. Hallábase en un rincón el posadero viendo todo esto sin saber qué pensar, pero se decía a sí mismo que una cocina de esta clase le sería muy útil en su posada. El ebanista y sus compañeros pasaron alegremente una parte de la noche y al fin fueron a acostarse; el joven al meterse en la cama, colocó su mesa cerca de la pared; mas el posadero no podía dormir, agitado por diferentes pensamientos; recordó que tenía en el granero una mesa vieja exactamente igual y fue a buscarla en silencio y la colocó en lugar de la otra. Despertó al día siguiente el ebanista y después de haber pagado por la noche que había pasado en la posada, cogió la mesa sin darse cuenta del cambio y continuó su camino. Llegó al mediodía a la casa de su padre, quien le recibió con extraordinario placer. -¿Qué has aprendido, querido hijo? -le preguntó. -El oficio de ebanista, padre mío. -Es un buen oficio, -replicó el anciano-, y ¿qué has traído de tus viajes? -Padre, lo mejor de cuanto poseo, es una mesita pequeña. El padre miró por todas partes y lo dijo: -Si es esa tu obra maestra, no tiene nada de extraordinario, es un mueble viejo que apenas puede tenerse de pie. -¡Oh!, -contestó el hijo-, es una mesa mágica, cuando la mando me sirva, se llena de los mejores platos, de vino para alegrar el corazón y convidar a todos nuestros parientes y amigos, que vengan a regalarse, la mesa bastará para todos. Apenas estuvieron reunidos puso su mesa en medio del cuarto y le dijo: -Mesa, sírvenos. 163