CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 16

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica -Te lo concedo -dijo el rey. Entonces refirió cómo había oído en el mar la conversación de las cornejas, y cómo todo lo que había hecho era necesario para salvar a su amo. -¡Oh, mi fiel Juan! -exclamó el rey-; te perdono, hacedle bajar. Pero a la última palabra que había pronunciado Juan el fiel, cayó sin vida, convertido en piedra. La reina y el rey lo sintieron mucho. -¡Ay! -decía el rey-, tanta abnegación ha sido muy mal recompensada. Hizo llevar la estatua de piedra a su alcoba, cerca de su lecho, y siempre que la veía, repetía llorando: -¡Ah, mi fiel Juan, quién pudiera volverte la vida! Al cabo de algún tiempo, la reina dio a luz dos hijos gemelos que crio felizmente y que fueron la alegría de sus padres. Un día en que la reina estaba en la iglesia; y los dos niños jugaban en el cuarto con su padre, dirigieron sus ojos a la estatua y él no pudo dejar de repetir todavía, suspirando: -¡Ay, mi fiel Juan, por qué no he de poder salvarte la vida! Pero la estatua, tomando la palabra, le dijo: -Puedes si quieres, sacrificando lo que tienes más querido. -Todo cuanto tengo en el mundo -exclamó el rey-, lo sacrificaré por ti. -Pues bien -dijo la estatua-; para que recobre la vida tienes que cortar la cabeza a tus dos hijos y frotarme de arriba a abajo con su sangre. El rey palideció al oír esta terrible condición, pero pensando en la abnegación de este fiel criado que había dado su vida por él, sacó su espada y con su propia mano cortó la cabeza de sus hijos y frotó la piedra con su sangre. La estatua se reanimó en el mismo instante, y Juan el fiel se presentó delante de él vivo y sano. Pero entonces dijo al rey: -Todo sacrificio por mí tendrá su recompensa. Y tomando las cabezas de los niños las colocó sobre sus hombros y frotó sus heridas con su sangre: en el mismo momento volvieron a la vida y se pusieron a saltar y a jugar, como si no hubiera sucedido nada. El rey estaba lleno de alegría. Cuando supo que había vuelto la reina, hizo ocultarse a Juan y a sus hijos en un armario grande. En cuanto entró le preguntó: -¿Has rezado en la iglesia? 16