Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
Entonces fue el joven a donde estaba la horca, se puso debajo y esperó a que fuera de noche y
como tenía frío encendió lumbre; pero a media noche era el aire tan frío que no le servía de nada
la lumbre; y como el aire hacía moverse a los cadáveres y chocar entre sí, creyó que teniendo frío,
él que estaba al lado del fuego, mucho más debían tener los que estaban más lejos, por lo que
procuraban reunirse para calentarse y como era muy compasivo, cogió la escalera, subió y los
descolgó uno tras otro hasta que bajó a los siete. En seguida puso más leña en el fuego, sopló y
los colocó alrededor para que se pudiesen calentar. Pero como no se movían y la lumbre no hacía
ningún efecto en sus cuerpos, les dijo:
-Mirad lo que hacéis, porque si no vuelvo a colgaros.
Pero los muertos no le oían, callaban y continuaban sin hacer movimiento alguno. Incómodo, les
dijo entonces:
-Ya que no queréis hacerme caso después que me he propuesto ayudaros, no quiero que os calentéis
más.
Y los volvió a colgar uno tras otro. Entonces se echó al lado del fuego y se durmió, a la mañana
siguiente cuando vino el hombre, quería que le diese los cinco duros; pues le dijo:
-¿Ahora ya sabrás lo que es miedo?
-No, -respondió-, ¿por qué lo he de saber? Los que están ahí arriba tienen la boca bien cerrada y
son tan tontos, que no quieren ni calentarse.
Entonces vio el hombre que no estaba el dinero para él y se marchó diciendo:
-Con este no me ha ido muy bien.
El joven continuó su camino y comenzó otra vez a decir:
-¿Quién me enseñará lo que es miedo?, ¿quién me enseñará lo que es miedo?
Oyéndolo un carretero que iba tras él, le preguntó:
-¿Quién eres?
-No lo sé, -le contestó el joven.
-¿De dónde eres?, -continuó preguntándole el carretero.
-No lo sé.
-¿Quién es tu padre?
-No puedo decirlo.
-¿En qué vas pensando?
130