Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
-No, -contestó el joven-, pero allí había uno en la escalera frente a la puerta y como no ha querido
decirme palabra ni marcharse, he creído que iba a burlarse de mí y le he tirado por la escalera
abajo. Id allí y veréis si es él, pues lo sentiría.
La mujer fue corriendo y halló a su marido que estaba en un rincón y se quejaba porque tenía una
pierna rota.
Se lo llevó en seguida a su casa y fue corriendo a la del padre del joven.
-Vuestro hijo, -exclamó-, me ha causado una desgracia muy grande, ha tirado a mi marido por las
escaleras y le ha roto una pierna; ese es el pago que nos ha dado el bribón.
Su padre se asustó, fue corriendo y llamó al joven.
-¿Qué mal pensamiento te ha dado para hacer esa picardía?
-Padre, -le contestó-, escuchadme, pues soy inocente. Era de noche y estaba allí como un alma del
otro mundo. Ignoraba quién era y le he mandado tres veces hablar o marcharse.
-¡Ay!, -replicó su padre- solo me ocasionas disgustos: vete de mi presencia, no quiero volverte a
ver más.
-Bien, padre con mucho gusto, pero esperad a que sea de día, yo iré y sabré lo que es miedo, así
aprenderé un oficio con que poderme mantener.
-Aprende lo que quieras, -le dijo su padre-, todo me es indiferente.
Ahí tienes cinco duros para que no te falte por ahora que comer, márchate y no digas a nadie de
dónde eres, ni quién es tu padre, para que no tenga que avergonzarme de ti.
-Bien, padre, haré lo que queréis, no tengáis cuidado por mí.
Como era ya de día se quedó el joven con sus cinco duros en el bolsillo y echó a andar por el
camino real, diciendo constantemente:
-¿Quién me enseña lo que es miedo? ¿Quién me enseña lo que es miedo?
Entonces encontró un hombre que oyó las palabras que decía el joven para sí y cuando se hubieron
alejado un poco hacia un sitio donde se veía una horca, le dijo:
-Mira, allí hay siete pobres a los que por sus muchos pecados han echado de la tierra y no quieren
residir en el cielo; por eso ves que están aprendiendo a volar; ponte debajo de ellos, espera a que
sea de noche y sabrás lo que es miedo.
-Si no es más que eso, -dijo el joven-, lo haré con facilidad; pero no dejes de enseñarme lo que es
miedo y te daré mis c