Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
Su hermano mayor se echó a reír al oírle y dijo para sí:
-¡Dios mío, qué tonto es mi hermano!, nunca llegará a ganarse el sustento.
Su padre suspiró y le contestó:
-Ya sabrás lo que es miedo: mas no por eso te ganarás la vida.
Poco después fue el sacristán de visita y le refirió el padre lo que pasaba, diciéndole cómo su hijo
menor se daba tan mala maña para todo y que no sabía ni aprendía nada.
-¿Podréis creer que cuando le he preguntado si quería aprender algo para ganarse su vida, me
contestó que solo quería saber lo que es miedo?
-Si no es más que eso, -le respondió el sacristán-, yo se lo enseñaré: enviádmele a mi casa y no
tardará en saberlo.
El padre se alegró mucho, pues pensó entre sí:
-Ahora quedará un poco menos orgulloso.
El sacristán se lo llevó a su casa para enviarle a tocar las campanas. A los dos días le despertó a
media noche, le mandó levantarse, subir al campanario y tocar las campanas.
-Ahora sabrás lo que es miedo, -dijo para sí.
Salió tras él y cuando el joven estaba en lo alto del campanario e iba a coger la cuerda de la
campana, se puso en medio de la escalera, frente a la puerta, envuelto en una sábana blanca.
-¿Quién está ahí?, -preguntó el joven.
Pero el fantasma no contestó ni se movió.
-Responde o te hago volver por donde has venido, tú no tienes nada que hacer aquí a estas horas
de la noche. Pero el sacristán continuó inmóvil, para que el joven creyese que era un espectro. El
joven le preguntó por segunda vez:
-¿Quién eres?, habla, si eres un hombre honrado o si no te hago rodar por la escalera abajo.
El sacristán creyó que no haría lo que decía y estuvo sin respirar como si fuese de piedra. Entonces
le preguntó el joven por tercera vez y como estaba ya incómodo, dio un salto y echó a rodar al
espectro por la escalera, de modo que rodó diez escalones y fue a parar a un rincón. En seguida
tocó las campanas y se fue a su casa, se acostó sin decir una palabra y se durmió. La mujer del
sacristán esperó un largo rato a su marido; pero no volvía. Llena entonces de recelo, llamó al joven
y le preguntó:
-¿No sabes dónde se ha quedado mi marido?, ha subido a la torre detrás de ti.
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