CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 128

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica Su hermano mayor se echó a reír al oírle y dijo para sí: -¡Dios mío, qué tonto es mi hermano!, nunca llegará a ganarse el sustento. Su padre suspiró y le contestó: -Ya sabrás lo que es miedo: mas no por eso te ganarás la vida. Poco después fue el sacristán de visita y le refirió el padre lo que pasaba, diciéndole cómo su hijo menor se daba tan mala maña para todo y que no sabía ni aprendía nada. -¿Podréis creer que cuando le he preguntado si quería aprender algo para ganarse su vida, me contestó que solo quería saber lo que es miedo? -Si no es más que eso, -le respondió el sacristán-, yo se lo enseñaré: enviádmele a mi casa y no tardará en saberlo. El padre se alegró mucho, pues pensó entre sí: -Ahora quedará un poco menos orgulloso. El sacristán se lo llevó a su casa para enviarle a tocar las campanas. A los dos días le despertó a media noche, le mandó levantarse, subir al campanario y tocar las campanas. -Ahora sabrás lo que es miedo, -dijo para sí. Salió tras él y cuando el joven estaba en lo alto del campanario e iba a coger la cuerda de la campana, se puso en medio de la escalera, frente a la puerta, envuelto en una sábana blanca. -¿Quién está ahí?, -preguntó el joven. Pero el fantasma no contestó ni se movió. -Responde o te hago volver por donde has venido, tú no tienes nada que hacer aquí a estas horas de la noche. Pero el sacristán continuó inmóvil, para que el joven creyese que era un espectro. El joven le preguntó por segunda vez: -¿Quién eres?, habla, si eres un hombre honrado o si no te hago rodar por la escalera abajo. El sacristán creyó que no haría lo que decía y estuvo sin respirar como si fuese de piedra. Entonces le preguntó el joven por tercera vez y como estaba ya incómodo, dio un salto y echó a rodar al espectro por la escalera, de modo que rodó diez escalones y fue a parar a un rincón. En seguida tocó las campanas y se fue a su casa, se acostó sin decir una palabra y se durmió. La mujer del sacristán esperó un largo rato a su marido; pero no volvía. Llena entonces de recelo, llamó al joven y le preguntó: -¿No sabes dónde se ha quedado mi marido?, ha subido a la torre detrás de ti. 128