Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
La criada que dormía en el cuarto de al lado, oyó ese ruido, se levantó y escuchó. Los ladrones
habían batido retirada; en fin, tomaron ánimo y creyendo únicamente que el picarillo quería
divertirse a sus expensas volvieron atrás y le dijeron por lo bajo:
-Déjate de bromas, pásanos algo.
Entonces Pulgarcito se puso a gritar con todas sus fuerzas:
-Voy a dároslo todo: abrid las manos.
La criada oyó bien claro esta vez, saltó de la cama y corrió a la puerta. Los ladrones, viendo esto,
echaron a correr como si el diablo se les hubiera aparecido; no oyendo nada más la criada, fue a
encender una luz. Cuando volvió, Pulgarcito se fue a ocultar en la pajera sin que le viese. La criada,
después de haber registrado todos los rincones sin descubrir nada, fue a acostarse y creyó que había
soñado.
Pulgarcito había subido al heno, donde se arregló una camita; pensaba descansar allí hasta el día
y volver en seguida a casa de sus padres. ¡Pero debía sufrir tantas pruebas todavía! ¡Hay tanto
malo en el mundo! La criada se levantó a la aurora para dar de comer al ganado. Su primera visita
fue a la pajera, cogió un brazado de heno con el pobre Pulgarcito dormido dentro. Dormía tan
profundamente, que no se apercibió de nada y no despertó hasta que estaba en la boca de una vaca
que le había cogido con un puñado de heno. Creyó en un principio que había caído dentro de un
molino, pero comprendió bien pronto donde se hallaba en realidad. Evitando dejarse mascar entre
los dientes, concluyó por deslizarse por la garganta a la panza. La habitación le parecía estrecha,
sin ventana y no veía ni sol ni luz. La morada le desagradaba mucho y lo que complicaba más su
situación, es que bajaba siempre nuevo heno y el espacio se le hacía más estrecho cada vez.
Lleno de terror, gritó al fin lo más alto que pudo:
-¡Basta de heno! ¡Basta de heno! No quiero más.
La criada estaba precisamente en aquel momento ocupada en ordeñar la vaca; aquella voz que oyó
sin ver a nadie y que reconoció por la que la había despertado la noche anterior, la asustó de tal
modo, que cayó al suelo vertiendo la leche.
Fue corriendo a buscar a su amo y le dijo:
-¡Oh! ¡Dios mío! ¡Señor cura, la vaca habla!
-Tú estás loca -respondió el sacerdote y sin embargo, fue él mismo al establo para asegurarse de
lo que pasaba.
Pero apenas había entrado, gritó de nuevo Pulgarcito:
-¡Basta de heno! ¡No quiero más!
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