CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 125

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica El cura se asustó a su vez y creyendo que la vaca tenía el diablo en el cuerpo, dijo que era preciso matarla. La mataron y la panza en que se hallaba prisionero el pobre Pulgarcito fue arrojada al estiércol. El pobrecillo trabajó mucho para desenredarse y empezaba a sacar la cabeza fuera, cuando le sucedió una nueva desgracia. Un lobo hambriento se arrojó sobre la panza y se la tragó de una vez. Pulgarcito no perdió ánimo. -Quizá -pensó para sí-, será tratable este lobo. Y desde su vientre donde estaba encerrado, le gritó: -Querido amigo, quiero enseñarte dónde puedes hallar buena comida. -¿Dónde? -le dijo el lobo. -En tal y tal casa; no tienes más que deslizarte por el albañal a la cocina y encontrarás tortas, tocino, salchichas, lo que quieras. Y le designó la casa de su padre con la mayor exactitud. El lobo no esperó dos veces: se introdujo en la cocina y dio un buen avance a las provisiones. Pero cuando estuvo harto y tuvo que salir, se hallaba tan hinchado con el alimento, que no pudo conseguir pasar por el albañal. Pulgarcito, que había contado con esto, comenzó a hacer un ruido terrible en el cuerpo del lobo saltando y brincando con todas sus fuerzas. -¿Quieres estarte quieto? -le dijo el lobo-, vas a despertar a todos. -¿Y qué? -le respondió el hombrecillo-. ¿No te has regalado tú? También yo quiero divertirme. Y se puso a gritar todo lo que pudo. Concluyó por despertar a sus padres, que corrieron y miraron en la cocina, a través de la cerradura. Cuando vieron que había un lobo, se armaron, el hombre con un hacha y la mujer con una hoz. -Ponte detrás -dijo el hombre a su mujer, cuando entraron en el cuarto-, voy a darle con mi hacha, si no le mato del golpe, le cortas tú el vientre. Pulgarcito, que oyó la voz de su padre, se puso a gritar: -Soy yo, querido padre, quien está en el vientre del lobo. -Gracias a Dios -dijo el padre lleno de alegría-, que hemos encontrado a nuestro hijo. Y mandó a su mujer que dejara la hoz de lado para no herir a su hijo. Después levantó su hacha y tendió muerto al lobo de un golpe en la cabeza, en seguida le abrió el vientre con su cuchillo y tijeras, y sacó al pequeño Pulgarcito. -¡Ah! -le dijo-, ¡qué inquietos hemos estado por tu suerte! 125