Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
La madre enganchó el caballo y puso a Pulgarcito en la oreja y el hombrecillo le guiaba por el
camino que había que tomar, tan bien que el caballo marchó como si le condujese un buen carretero
y el carro fue al bosque por buen camino.
Mientras daban la vuelta a un recodo del camino, el hombrecillo gritaba:
-¡Soo, arre! -pasaban dos forasteros.
-Dios mío -exclamó uno de ellos-, ¿qué es eso? He ahí un carro que va andando: se oye la voz del
carretero y no se ve a nadie.
-Es una cosa bastante extraña -dijo el otro-, vamos a seguir a ese carro y a ver donde se detiene.
El carro continuó su camino y se detuvo en el bosque, precisamente en el lugar donde había
madera cortada. Cuando Pulgarcito distinguió a su padre, le gritó:
-¿Ves padre, qué bien he traído el carro?, ahora bájame.
El padre cogió con una mano la brida, sacó con la otra a su hijo de la oreja del caballo y le puso en
el suelo: el pequeñuelo se sentó alegremente en una paja.
Al ver a Pulgarcito, se admiraron los dos forasteros, no sabiendo qué pensar.
Uno de ellos llamó aparte al otro y le dijo:
-Ese diablillo podría hacer nuestra fortuna, si le enseñásemos por dinero en alguna ciudad; hay que
comprarle. Se acercaron al labrador y le dijeron:
-Vendednos ese enanillo: le cuidaremos bien.
-No -respondió el padre-, es hijo mío y no le vendo por todo el oro del mundo.
Pero al oír la conversación, Pulgarcito había trepado por los pliegues del vestido de su padre
subiendo hasta sus espaldas, desde donde le dijo al oído:
-Padre vendedme a esos hombres, volveré pronto.
Su padre se lo dio a los hombres por una hermosa moneda de oro.
-¿Dónde quieres ponerte? -le dijeron.
-¡Ah!, ponedme en el ala de vuestro sombrero; podré pasearme y ver el campo y tendré cuidado de
no caerme. Hicieron lo que él quería y en cuanto Pulgarcito se despidió de su padre, se marcharon
con él, caminando hasta la noche. Entonces les gritó el hombrecillo:
-Esperadme, necesito bajar.
-Quédate en el sombrero -dijo el hombre-; poco me importa lo que tengas que hacer, los pájaros
hacen mucho más algunas veces.
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