- Pero no más que tú –dijo Jon -. Tal vez sean más brutos y más despiadados, eso
sí. Pero tengo una idea.
Jon les explicó las estrategias que seguía para evitar los golpes y las trampas
cuando jugaba contra Adam y les animó a jugar para demostrarles que nadie
podía asustarles.
- Está bien, jugad –dijo Adam -. Pero si Jon es tan listo, que sea el capitán –añadió
con burla.
Todos aceptaron y jugaron el partido mientras Adam se reía del fracaso de sus
compañeros, que no metían gol ni en propia puerta.
Cuando el equipo contrario vio el esfuerzo que estaban haciendo por jugar limpio
decidieron hacer lo mismo ellos también.
Fue un partido alucinante, de esos que pasan a la historia. Y cuando terminó el
partido todos se sintieron muy orgullosos, incluso el equipo de Jon, que perdió por
goleada.
- ¿Por qué estáis tan contentos? –Preguntó Adam -.¡Habéis perdido! ¡Sois el
hazmereir de todo el país!
- No Adam, te equivocas –dijo Jon -. Hemos demostrado que es posible jugar
limpio y hemos conseguido también que nuestros rivales nos respeten y acepten
jugar limpio por decisión propia. Además, hemos disfrutado muchísimo, porque no
nos hemos preocupado tanto por ganar como haces tú, sino por ofrecer un buen
juego.
Adam aprendió la lección y se disculpó con Jon, que le perdonó de inmediato. Y
todos juntos se fueron cantando:
“Hemos perdido, hemos perdido, pero nos hemos divertido”.
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