De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó:
¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro
de títeres!
Era un teatro de muñecos como él y se puso tan
contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio
cuenta de que no tenían vida y bailaban movidos por
unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies.
Cuando lo vio, el dueño del teatro quiso quedarse con él:
¡Oh, Un títere que camina por si mismo, y habla!
Con él en la compañía, voy a hacerme rico, dijo el
titiritero, pensando que Pinocho le haría ganar
mucho dinero.