A pesar de las recomendaciones del pequeño grillo,
que le decía que era mejor irse de allí, Pinocho decidió
quedarse en el teatro, pensando que así podría ganar
dinero para comprar un abrigo nuevo a Gepetto, que
había vendido el suyo para comprarle los libros.
Y así hizo, durante todo el día estuvo actuando para el
titiritero. Pasados unos días, cuando quería volver a
casa, el dueño del teatro de marionetas le dijo que no
podía irse, que tenía que quedarse con él.
Pinocho se echó a llorar tan y tan desconsolado, que el
dueño le dio unas monedas y lo dejó marchar. De
vuelta a casa, el grillo y Pinocho, se cruzaron con dos
astutos ladrones, que le dijeron
¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito?
dijo un gato (eran muy mentiroso). Pinocho
respondió voy a comprar un abrigo a mi padre con
este dinero.
¡Oh, vamos! exclamó el zorro que iba con el gato.
Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te
gustaría tener más?.
Sí, pero ¿cómo? –contestó Pinocho.
Es fácil –dijo el gato.