Cuadernos Médicos Sociales 2019; Vol 58 N°4 | Page 46

sufrimiento existencial que se le atribuye a esta etapa del ciclo vital. Los comportamientos de riesgo de los y las adolescentes se producen y se significan en un contexto social marcado por la noción de riesgo, y por una sensación de vulnerabilidad donde el riesgo es una forma de adversidad medible en el campo de la salud, la política, la producción in- dustrial de los alimentos, entre otros. De acuerdo con Douglas, no todas las personas dentro de las sociedades están igualmente situados con respec- to al riesgo: hay quienes tienen más herramientas para hacer cálculos de riesgo y quienes están en una posición desfavorecida en este ámbito. Para la autora, la valoración del riesgo es un tema cultu- ral, es decir, no es una valoración individual, sino que está inserta en el contexto social en que se producen determinadas situaciones (21). Desde la Teoría de la sociedad de riesgo las sociedades postindustriales son evaluadas como sociedades de riesgo, refiriéndose a riesgo como peligros que se analizan activamente en relación a posibilida- des futuras, es decir, que alcanza su uso extendido en una sociedad orientada hacia el futuro y que ve el futuro como un territorio a conquistar (22,23). Para Giddens nuestra era no es más peligrosa ni más arriesgada que las anteriores, pero lo que ha cambiado es el balance de riesgos y peligros. En la actualidad el riesgo podría llegar incluso, de acuer- do a algunos autores, a un sentimiento global de pertenencia al riesgo (24). En este contexto social del riesgo, desde los ámbitos de salud adolescente suelen predominar políticas reactivas y reduccionistas que se ocupan del riesgo y la trasgresión juvenil, dando paso a la visión de la juventud como una etapa proble- mática, con un énfasis estigmatizante sobre la po- blación adolescente donde la causa última de las patologías juveniles se atribuyen al propio sujeto juvenil, por lo que las intervenciones generalmen- te priorizan las acciones sobre los individuos más que sobre los contextos (18). En los últimos años las políticas públicas diri- gidas a adolescentes están integrando cada vez con más fuerza enfoques participativos y de de- rechos para abordar a esta población. Esto se da en un contexto social donde los y las adolescentes están dejando de ser definidos desde sus incom- pletitudes y pasando a ser considerados sujeto de derechos (18). Estas corrientes corresponden a paradigmas que plantean que la juventud no exis- te como tal sino más bien lo que existe son las juventudes, es decir, diversas expresiones y signifi- cados que emergen desde un grupo social y que se Obach A., et al. expresan de las más variadas formas (15,16). Bajo estos enfoques, para la compresión de las juventu- des se integran las diversas dimensiones que com- ponen la identidad de los sujetos, entre ellas, clase, género, religión, etnia, estilos culturales y particu- laridades de los subgrupos etarios que componen a los y las adolescentes (15). Estas perspectivas permiten comprender la adolescencia de manera dinámica, alejándose de la mirada reduccionista de la adolescencia solo en términos de transición de la niñez a la edad adulta (25). Cabe destacar que la visión de la adolescencia como transición se com- plejiza aún más en los tiempos actuales, donde los estadios de la adolescencia y juventud tienden a prolongarse producto de las grandes transfor- maciones relacionadas con el modelo económico social imperante, dentro del cual la entrada al mer- cado del trabajo lleva más tiempo que antes, lo que produce en los y las adolescentes una depen- dencia económica hasta etapas más avanzadas de la vida. Junto con esto, la pubertad pareciera estar apareciendo a edades más tempranas que en épo- cas anteriores, habiendo una conciencia temprana de la sexualidad, lo que se traduce en conductas y corporalidades específicas de esta época, diferen- ciadoras de otros tiempos (18,25). Estas nuevas perspectivas para comprender y significar la adolescencia surgen al alero de los avances internacionales en materia de derechos como lo es la Convención de los Derechos del Niño del año 1989, a través de la cual se crean las condiciones para establecer que NNA tienen de- rechos a la ciudadanía (15). Además, el impacto de la globalización ha permitido una redefinición en la configuración de la adolescencia y la juventud. Los medios de comunicación y los movimientos migratorios, entre otros procesos sociales, han fa- vorecido el diálogo entre distintas formas de ex- presar las identidades juveniles (26), entendiendo que el desarrollo de éstas se sitúa en contextos y culturales particulares. LA CONSTRUCCIÓN CULTURAL DE LA ADOLESCENCIA Margaret Mead, en las primeras décadas del si- glo pasado, daba cuenta de las diferencias en la construcción cultural de la adolescencia. La auto- ra sostuvo que los cambios fisiológicos de la ado- lescencia no bastan para explicar las dificultades por las que atraviesa este grupo en el mundo oc- cidental, sino que la facilidad o dificultad de dicha transición debe atribuirse al marco cultural en que los y las adolescentes se desenvuelven. Mead hacía 44