Cuadernos Médicos Sociales 2019; Vol 58 N°4 | Seite 16

desaparición del “efecto del migrante sano” (pobla- ción migrante en promedio con menor auto-reporte de problemas de salud que la población local chile- na) en personas jóvenes que, a partir de un estanca- miento en un nivel socioeconómico bajo y dadas las condiciones desarrollo de su proyecto migratorio en Chile, comienzan a reportar peores indicadores de salud que la población chilena de la misma edad (37). las comunidades en las que se promueve la salud. Conocer el origen, lengua materna o identidad étnica de los/as usuarios/as no es garantía de estar actuan- do en un campo de salud intercultural. Las miradas críticas a los procesos de construcción del campo intercultural en salud en Chile han alertado sobre los efectos del enfoque que ha primado en ellos al fijar las identidades de las culturas indígenas, por ejemplo, en la idea de “lo tradicional” en oposición a lo biomédico, desconociendo las complejas prác- ticas culturales que están detrás de las decisiones y trayectorias que estos sujetos trazan en su búsqueda de atención de salud (21). En este mismo sentido, la salud intercultural ha sido entendida principalmente desde una óptica “asimilacionista” que focaliza su acción en la adhesión de las “otras culturas” al mo- delo biomédico que tiende a afirmar la homogenei- dad de la sociedad, en lugar de promover relaciones desde la diversidad de historias y posiciones de po- der que están presentes en el encuentro intercultural. Estas acciones pueden potencialmente tener efectos iatrogénicos en la búsqueda de promoción de salud, aumentando las resistencias y distancias entre las co- munidades y los servicios de salud. La segunda función esencial de la salud pública que requiere de una mirada transversal sobre la di- ferencia intercultural está constituida por la partici- pación social y empoderamiento de los ciudadanos en salud (FESP Número 4). Esta función requiere una mirada atenta a lo que hemos llamado encuen- tro intercultural, considerando los factores culturales de todos los actores implicados en el campo sanita- rio, incluida la propia cultura biomédica, que cuenta con su propia cultura institucional y detiene un po- der específico adquirido a lo largo de la historia. En este contexto, es importante reconocer que la parti- cipación social no se logra a través del desarrollo de competencias culturales si éstas se entienden como meras habilidades personales del personal de salud. Las competencias culturales en salud implican, por el contrario, un reconocimiento de las trayectorias, los poderes, las historias y deseos que están en todos los agentes de salud y no sólo en los usuarios enten- didos como población a intervenir. Un mal entendi- miento de las competencias culturales en salud corre el riesgo de marginar al paciente dentro de un este- reotipo que reduce su capacidad de acción, su poder de decisión y de participación en el campo sanitario. El lugar de la cultura sobre la participación social se vincula estrechamente con la función esencial de la salud pública número 7, de promoción del acce- so equitativo de la población a los servicios de sa- lud necesarios, función que se lleva a cabo sólo en la medida en que funciones como la comunicación APORTES DE LA SALUD INTERCULTURAL A LA SALUD PÚBLICA EN LATINOAMÉRICA La necesidad de incorporar la interculturalidad en salud más allá de lo indígena (26) emerge como un denominador común en todos los estudios sobre salud en comunidades culturalmente heterogéneas. En este sentido, desde hace algunas décadas, se han realizado importantes esfuerzos para, por una parte, reconocer la mayor exposición a riesgos que tienen ciertas poblaciones sobre otras, sin estigmatizarlas y, por otra, enfrentar el desafío de fortalecer la función de la salud pública en América Latina, a través de la estandarización, promoción y medición de las que se han identificado como FESP (Funciones Esenciales de la Salud Pública) (38). Sin embargo, es posible aún sostener que “en comparación con los avances en las ciencias básicas de la medicina, en las tecnolo- gías, procedimientos y fármacos, el progreso con re- lación al acceso universal y reducción de inequidades ha sido escaso” (26). Si bien en la caracterización de las once funcio- nes de la salud pública en las que convergieron las diversas instituciones convocadas por Organización Panamericana de la Salud (OPS) (39), la operaciona- lización del factor cultural como indicador para los posibles riesgos asociados a la pertenencia a mino- rías étnicas no aparece explícitamente. No obstan- te, es posible identificar al menos cuatro funciones esenciales de la salud pública cuya implementación es difícil, sino imposible, sin considerar seriamente la perspectiva intercultural en salud. A continuación, se detalla cada una de ellas desde el marco de la inter- culturalidad en salud. La primera función esencial de la salud pública con pertinencia intercultural corresponde a la núme- ro 3 (33), referida a Promoción de Salud. Las accio- nes de promoción de la salud en la comunidad y el desarrollo de los programas para reducir riesgos, así como el fortalecimiento de la intersectorialidad, el empoderamiento de los ciudadanos y el ejercicio de los derechos en salud, son imposibles de realizar sin el reconocimiento de las identidades socioculturales y de los procesos históricos que están al interior de Carreño A., et al. 14