Cuadernos Médicos Sociales 2019; Vol 58 N°4 | Page 11

ORIGINALES: Migración y Salud INTRODUCCIÓN políticas que se traducen en relaciones específicas con la medicina oficial del Estado. Partir de este sustrato, permite comprender la interculturalidad desde la necesidad de reconocimiento del otro como un ser digno de ejercer todos sus derechos, valorando la diversidad como riqueza potencial, en el ámbito específico de la salud, y en dimen- siones adicionales a la pertenencia étnica como son el estatus migratorio, la diversidad de género y sexual, socioeconómica, intergeneracional, en- tre muchas otras (6,7). En este documento desa- rrollaremos la propuesta de ampliar la mirada de interculturalidad en salud para la inclusión explí- cita de migrantes internacionales, como punto de partida necesario de una eventual re-significación del concepto y su marco de referencia en salud a futuro. En torno al informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del año 2005 sobre la necesi- dad de abordar la salud desde la perspectiva de las determinantes sociales, a nivel mundial se ha generado una reconocida urgencia por aclarar la forma en la que diversos factores se relacionan y generan desigualdades sociales en salud (1). A pe- sar de que se han observado diferencias en la for- ma de abordar estos determinantes sociales entre países, es posible afirmar que en América Latina reducir las inequidades en salud ha sido una prio- ridad asumida por Estados e Instituciones me- diante políticas y programas, uno de cuyos focos históricos ha sido la población indígena. Como sabemos, los pueblos indígenas siguen estando al margen de la sociedad: “son más pobres, tienen un menor nivel de educación, mueren a una edad más temprana, hay más probabilidades de que se suiciden y, en términos generales, tienen una peor salud que el resto de la población” (2,3). Con el objetivo de actuar sobre las desigualda- des sociales en salud que afectan a esta población y que se consideran prevenibles, modificables e injustas, se han instalado planes y programas en todo el continente (4), que desde distintas pers- pectivas intentan reducir barreras culturales que están detrás de algunas de las vulnerabilidades que presentan múltiples comunidades indígenas (5). Si bien llevan más de dos décadas desde su instalación, los modelos de salud intercultural en América Latina, con foco prioritario en pueblos indígenas, sólo recientemente están discutiendo respecto a los retos que implican los flujos mi- gratorios internacionales. Este fenómeno está transformando el perfil demográfico de países tradicionalmente fuente de emigración, que hoy se configuran con fuerza como destinos de inmi- gración sur-sur, como sucede en el caso de Chile. Frente a la transformación de los flujos migra- torios en América Latina, resulta urgente superar la comprensión de la interculturalidad en salud desde una perspectiva exclusivamente concen- trada en la diversidad indígena, ampliándola ha- cia una visión global, que permita garantizar su ejercicio en los diversos contextos marcados por distintos orígenes y expresiones de la diversidad cultural. La interculturalidad en salud, en conse- cuencia, pasa de ser un modelo de acción focaliza- do principalmente en las necesidades de los pue- blos indígenas, a una forma de hacer en salud en contextos en los que se reconoce la presencia de diversidades, marcadas por relaciones históricas y ASPECTOS HISTÓRICOS DE LA INTERCULTURALIDAD EN SALUD Al enfrentar una situación en salud que pueda develarse conflictiva por la presencia de “facto- res culturales” (8) que resultan incomprensibles para los equipos médicos, es importante recordar dos aspectos que nos hablan de la historicidad que está implícita en estos contextos: a) La pre- tendida neutralidad y universalidad las cuales el conocimiento biomédico se construye a partir de su nacimiento como ciencia; b) las consecuencias que tal postura ha generado en la relación entre usuarios y sistemas médicos. Respecto al primer tema los historiadores de la medicina recuerdan que el nacimiento de ésta como ciencia surge a partir de un distanciamien- to de los factores sociales asociados al proceso salud/enfermedad (9). La medicina refuerza su proceso de institucionalización desde una “mi- nusvaloración de una visión social de la salud, la enfermedad y la atención” (10). Desprendida del sujeto, la medicina occidental articula su ac- ción a partir de la noción de la enfermedad como entidad natural y universal, en la que los factores sociales e históricos que la construyen quedan re- mitidos a variables que sólo hoy se revalorizan en salud pública, a partir por ejemplo del modelo de determinantes sociales en salud (1). La pretendi- da universalidad y neutralidad del modelo médico occidental repercute en los conflictos que emer- gen cuando, a partir de las transformaciones que sufren las sociedades, se evidencian las contradic- ciones históricas y políticas que subyacen a su ex- pansión a nivel global. De esta primera proposición, se desprende la 9 Cuad Méd Soc (Chile) 2018, 58 (4): 7-17