CUADERNOS DE BDSM - nº 22
las épocas, esto es, en todas las sociedades (por mucho que Ahmadineyad diga que en
Irán no hay gays, es un hecho conocido que sí los hay y que las relaciones
homosexuales entre la población islámica no es algo nuevo, por más que sea un tabú
poderoso). Pero... ¿Qué pasa con el BDSM?
Podemos entender que el BDSM, tal como lo entendemos hoy, constituye una
subcultura, con sus roles, sus protocolos que en nuestro caso se caracteriza por el
liberalismo en lo económico y lo democrático en lo político.
¿Qué queremos decir con que el BDSM constituye una subcultura? Bien, es evidente
que las personas que practicamos BDSM también desarrollamos nuestras vidas más
allá, en otros espacios. En esos otros espacios tenemos determinados protocolos, es
decir, las normas de educación que imperan en cada momento. Así, hoy es común (al
menos en el Estado español, no siempre así en otros territorios) que la gente se tutee,
dejando el usted para usos más puntuales. Esto confoma un protocolo cultural. En
cambio en nuestra subcultura bedesemera el protocolo sería distinto (más allá de que
determinadas colectividades BDSM puedan ser más laxas con el protocolo o puedan
cuestionárselo). Además, como en otras subculturas, los protocolos son más cerrados, o
están más estipulados, son una materia de debate, algo de lo que se habla
continuamente. Aunque podamos no reconocer determinados protocolos, lo cierto es
que a todos nos resultaría más o menos fácil escribir una lista con una serie de
protocolos más o menos aceptados, cosa que a priori nos costaría algo más al referirnos
a los protocolos comunes en el conjunto de la sociedad.
Así, existe una cultura BDSM que más o menos conocemos (con todos los debates y los
“peros” que queramos poner, sin duda los hay). Se trata de una cultura de la que el resto
de la sociedad no forma parte (así, no aplicamos los protocolos BDSM fuera del entorno
BDSM), pero que tampoco vive al margen del resto de la sociedad, ya que todos los que
formamos parte de la realidad BDSM también formamos parte de otras realidades,
formamos parte del conjunto de la sociedad (si no seríamos una sociedad distinta, y no
lo somos). Es por eso que cabe hablar de subcultura. Una subcultura siempre forma
parte de una cultura, que llamaré supracultura para diferenciarlas mejor.
Es por esto que el BDSM, tal como lo entendemos nosotros, no escapa a los valores de
libertad e igualdad establecidos por la Revolución Francesa, y que tendemos a asumir
como lo natural, pero que es el fruto de un
producto político e histórico determinado.
Por eso no entendemos que nadie someta a
otra persona contra su voluntad. Y por eso
no defendemos la Dominación de alguien
bajo prejuicios sobre la raza, la cultura, la
condición social o el sexo, aunque es
evidente que existen discursos sobre
supremacía femenina o masculina (que ya
adelanto que no comparto, y que me parecen
ajenos a estos valores socialmente aceptados
en Occidente de la liberté, egalité et
fraternité).
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