CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS | Page 49

Werner Thiede tenía 20 años; Mittlelstaedt, alrededor de 30. Este enviudara, hacía poco tiempo, dejando un hijo menor. Fuente: Sd. K. Ls. Bromberg 7/39. 12. "Dios nos ayude... Ahora tenemos que morir...". Asesinato de Finger Presentes: -Bengsch, promotor público, en calidad de auditor- Kraus, funcionario de justicia, en calidad de secretario en el proceso penal contra Owczaczak, acusado de homicidio, comparece el testigo Finger, debidamente intimado, deponiendo: Me llamó Kaethe Finger, n. Boehlke, tengo 48 años de edad, soy viuda de procurador de banco, resido en Bromberg, no soy parienta, ni aparentada del acusado. En el domingo sangriento, se hallaban, en nuestra residencia, varios populares alemanes y una polaca que habíamos aceptado en nuestra casa para servirnos en caso de peligro. Mi marido tendría ahora 62 años. Por las 11 horas de la mañana la población de movía en nuestra calle. Se encontraban, en la multitud, los hermanos Wya que vive en la casa Raddatz, frente a la nuestra, y el acusado Owczaczak. Uno de los hermanos Weyna estaba armado. A cierta altura, oí a mi marido decir, en un compartimiento contiguo, a D° Goede, que Owczaczak apuntaba a nuestra casa. Momentos después, se llegó a mí, diciendo: "Dios nos ayude, el populacho viene a nuestra casa, ahora tenemos que morir". Me dijo que queríamos morir juntos. Poco después entraron en nuestra casa y con ellos un soldado que exigió nos echemos sobre la alfombra. Lo hicimos. El soldado desencadenó un tiro que mató a mi marido. Esperando el segundo tiro, el cual, sin embargo, no fue dado y extrañando el hecho, levante un poco el cuerpo, viendo entonces que mis manos estaban tintas de la sangre de mi marido. Cuando dije "mi Dios", el soldado me hizo levantar a fuerza. Después me empujaron por la puerta y me llevaron con otras personas que habían buscado refugio en nuestra casa. En el camino nos insultaron y nos dieron golpes y patadas. Cuando pasamos cerca de las esclusas, un civil polaco intentó arrastrarme hasta el canal, llamándome "Psia Krew Hitlerowa". Pero, sin embargo, logre desvincularme. Me llevaron, después, al puesto policial, donde me recibieron con un puntapié tan fuerte que fui a golpear en una cerca. Todos los presos fueron obligados a acostarse extendidos en el patio del puesto, y nos