CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS | Page 39

conocidos de la ciudad; nos empujaron a la calle y nos obligaron a marchar, de brazos levantados y bajo custodia, por las calles Danziger y Elisabethstrasse, hasta el cuartel que se encuentra junto a la estación del ferrocarril. En el camino, las fieras humanas nos amenazaron con sables, puñales, hachas, escupieron y nos golpearon - mis pobres hijos casi que no resistían más. Se hallaban otros menores de nuestra clase. En el galpón para ejercicios de equitación donde habían levantado un estrado, dieron "la voz de comando - subir" - fuimos los primeros. Llegaron cada vez más - muchos padres con sus hijos; al final, cuando empezó a oscurecerse, éramos cerca de 400. Todos estaban serenos, tranquilos, pero el coraje brillaba en los ojos. Hubo un momento de inquietud cuando un muchacho inteligente, unos 20 años de edad, se alejó unos seis pasos de nosotros. Le dispararon, cuando grito: "Heil hitl...", un tiro que, hiriéndolo en el vientre, lo acostó boca abajo. Se ataron las piernas que aún se movían, en una camilla y lo llevaron a cabo bajo una lluvia de blasfemias. "Presentarse aquellos quien tiene su cuaderno militar consigo" fue la nueva orden. Los cuadernos fueron recogidos. Pueden ir a recibirlas, mañana, en el comisariado. Algunos de nosotros fueron destacados para llevar municiones - fueron ellos los pocos felices, pues la mayoría de ellos todavía estaba con vida. Los otros fuimos afiliados y tuvimos que marchar por la calle Kurawier hacia Brooza. Ya en camino, los hombres más ancianos que comenzaron a perder la fuerza, fueron picados con bayoneta y algunos muertos. Poco más allá de la ciudad dieron orden de "alto"; tuvimos que dar un "viva" a Polonia, después de lo que nos mandaron a casa. Cuando la clase llegó a la calle Kujawier. La proximidad de los números 30 a 60, fuimos sorprendidos por una lluvia de balas que venían de frente y de atrás. Muchos, entonces, fueron asesinados con increíble bestialidad. De nuevo, verificamos que la clase ya no contaba sino unas 150 personas. Nos llevó adelante un destacamento de municiones. Queriendo proteger a mis hijos, fui herido en el muslo derecho por una bayonetada. Quien no podía andar y se sentaba, era abatido a culatazos, porque al cabo de dos horas el primer teniente prohibió los tiros a causa de las detonaciones. Más allá de Km. 10 fuimos obligados a entrar unos 3 km. al interior del bosque, del lado izquierdo de la carretera, donde fuimos acorralados en un establo bajo, abierto, en pésimo estado; fue el lunes a las 5 de la mañana. Con gran asombro conseguimos contar sólo a 44 personas; nos torturaba, terriblemente, el hambre y la sed. A cada hora, interrogaron a mi hijo Heinz, a distancia de cinco pasos delante de nosotros, para saber si yo u otros habían