CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS | Page 193

de dos policías y de dos soldados de bayoneta armada, fuimos transportados hasta Posen, pasando así toda la noche. Llegamos a las 6:30 de la mañana del día 3 de septiembre de 1939. Nos condujeron a través de la ciudad, y los habitantes subieron en los carros, golpeándonos hasta quedar cubiertos de sangre. Alojados en una escolta publica, tuvimos que pasar dos días y dos noches sin alimentos y dormir en el suelo. El lunes, día 4 de septiembre de 1939, seguimos a pie por las ciudades de Schwersenz y Kostschyn. En esta última ciudad nos golpearon nuevamente a algunos de nuestros compañeros hasta que se ensangrentaron, y de cinco mujeres de nuestro grupo les sacaron toda la ropa, dejándolas apenas con la ropa de abajo. Las ropas de esas mujeres fueron llevadas por los habitantes judíos de Kostschin que las distribuían bajo gran alboroto. Además de la ciudad deberíamos esperar nuevas órdenes respecto a nuestro destino. Después de unas dos horas llegó un primer sargento de la policía de Gnesen que se dirigió a mí porque era yo quien mejor hablaba el polaco, diciéndome que estábamos todos libres y que tratáramos de irnos en pequeños grupos de cinco y diez hombres. Yo mismo me quedé con el último grupo que contaba unos 20 hombres. Después de que estos hombres se dispersaron en un frente de un kilómetro de largo, llegaron soldados de una compañía de ciclistas, acuartelada en la propiedad de Iwno, disparando, con fusiles y ametralladoras, los campos circundantes, donde se había dispersado a nuestra clase de 100 a 120 personas. Al principio quedamos acostados, juzgando que los tiros iban pasar por encima de nosotros. Cuando, sin embargo, abrieron fuego derecho sobre el nabal donde estábamos, nos levantamos levantando los brazos, al que los soldados nos detuvieron de nuevo, y nos conducen a una alfarería. Éramos al principio, unos 30, encontramos, en la alfarería, el superintendente Greisel de Neutomischel que estaba con el pie fracturado. De la alfarería la propiedad de Iwno, donde un oficial polaco nos dio orden de echarnos, con la cara hacia el suelo, y con los brazos extendidos hacia adelante en el borde de una zanja. Cumplida esta orden, esperé que se diera orden a los soldados de abrir fuego sobre nosotros, pues, en la carretera, se hallaban unos 200 soldados polacos de armas en la mano.