CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS | Page 158

En Schwersenz, la población embrutecida, provista de palos, golpearon tanto a los cansados como a los menores que venían en carros, hasta que los palos se rompían. Noche, al día siguiente, que casi todos los presidentes de todas las organizaciones alemanas y todos los eclesiásticos alemanes habían sido reunidos. Todos ellos eran hombres, convencidos de haber cumplido con sus deberes para el Estado polaco, razón por la cual no comprendían el trato que se les estaba dando, como si fueran criminales de última categoría. En Schwersenz pedimos, un cura evangélico y yo, licencia para cumplir nuestra misión junto a los internados. Pero el jefe de nuestra escolta me dio una respuesta áspera y negativa. Seguimos adelante, por entre las molestaciones de la plebe, vía Kostrzin, hasta Wreschen, donde fuimos, de nuevo, maltratados a golpes y patadas. Allí, mi cardenal, y tan cerca de nosotros que nos debe haber reconocido como internados de Posen, pero nada hizo a nuestro favor. En Wreschen, nos mandaron de nuevo, en un salón, a hacer ejercicios; nos mandaron levantar, sentarse, arrodillarse, etc. el odio del jefe se dirigía, particularmente, contra mí, me llamaba hipócrita y embustero, diciendo que se debía arrancar la cruz porque la había traicionado. Partimos por el mediodía. La escolta se embarcó en los carros, junto con los enfermos, y, muchas veces, tuvimos que correr detrás de los carros cuando los carroceros recordaban de que el trote les convenia mas, a sus animales, que solo caminar. En las poblaciones, cada uno de nosotros se cubria, con mantas y capas, para protegerse contra las peligrosas pedradas. Hecho que no llegué a comprender, y que soldados, y hasta oficiales polacos, se pusieron de relieve en esos malos tratos. Así, sucedía, que militares polacos, portadores de distinciones, iban a lo largo de las filas, dando fuertes patadas en uno u otro que estuviera a su alcance. A partir de Konin, no pudimos continuar nuestra marcha hacia Kutno, tomando, de repente, rumbo hacia el norte. A unos 7 km. además de Konin, la escolta nos abandonó, quedando, apenas, un policía mentecato. En ese tiempo, fuimos maltratados por reservistas polacos, con varas largas y piedras, hasta que unos gendarmes nos liberaron de ellos. Cerca de Maliniec pudimos posar tres días, porque nuestro policía tuvo que esperar órdenes acerca de nuestro destino.