CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS | Page 137

mundial se convirtieron en fatales para mis hijos. Les bastaron a los soldados polacos, como comprobantes, estos objetos, más el faro de una motocicleta y un velocímetro que los soldados ni reconocían como tal. Llevaron a los dos hermanos como espías. En el pateo de las casas de alquiler, de la calle Venetianergasse, 4, fueron exhibidas, junto con un criminal que aprendieron, la multitud que se apiñaba. Hombres, mujeres y niños - son 17 familias que viven del lado del patio en el fondo del Barrio obrero - y la plebe que había sido llamada, maltrató a los dos indefensos, menospreciándolos. Se quedaron así dos horas, hasta que, finalmente, los oficiales presentes resolvieron mandar fusilarlos en el propio lugar, mientras que el criminal fue suelto, después de darle ropa y víveres. Aunque algunos civiles pidieron no admitir como testigos de la ejecución a las mujeres y los menores, un oficial dio orden de colocar a los dos alemanes la pared del patio. Ahí, pues, a la vista de la multitud y de las mujeres y menores que vivían en el edificio, fueron, poco después, fusilados por cuatro cabos polacos. No hay negar que las ejecuciones en estas circunstancias son poco comunes, pero, mucho menos, el hombre civilizado podrá comprender la mentalidad que se reveló en las escenas que siguieron. La multitud que se apiñaba en la calle y que no pudo ver el espectáculo porque el pateo se hallaba literalmente lleno de gente, insistió en obtener entrada para al menos ver los cadáveres de los dos alemanes. No se avergonzaron los soldados de explotar la avidez de sensaciones de aquella multitud, cobrando a cada uno que quería entrar en el pateo, una entrada con cuyo importe era para comprar cigarrillos y licor. El testimonio del testigo ocular Peter Barowski dice así: "... Después del fusilamiento, toda la calle estaba llena de gente que quería ver lo que había... Los soldados recogieron, en una gorra militar, las entradas de aquellos que querían ver a los muertos... el soldado que cobraba el dinero, estaba la puerta que daba a la calle.