CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS | Page 133

70. Amarrados, a los dos, con esposas, y conducidos al lugar del suplicio. El testigo Albert Bissing, de 73 años de edad, escultor y superior de la comuna de Lissa, r. Gruene Gasse, I, depuso bajo juramento: ... Vigilados por bomberos y soldados, fuimos atados a los dos, a saber: yo y Juretzky, Weigt y Gaumer, dos oficiales del panadero de Lissa, Schulz y Koenke, el aprendiz Schwarz y el profesor Jeschke. Eramos acusados de haber disparado; testimonios agravantes fueron dos polacos de Lissa, uno de nombre Ulrych, de pésima fama, otro de nombre Glumniak… A dos horas de la noche del 2 de septiembre de 1939 fuimos de nuevo atados a los dos por los bomberos y no nos dieron permiso para sentarnos. A las tres horas deberíamos subir a un carro que estaba parado frente a la casa, pero, atados como estábamos, no podemos hacerlo. Por eso, nos arrojaron en el carro, de las políticas, donde había, apenas una tabla estrecha. Yo, con mis 73 años, sufrí mucho bajo los sacudones del vehiculo y las esposas apretadas - en poco tiempo mis nalgas estaban todas raspadas - pedí que al menos me aflojar las esposas. Las aflojaron un poco. Una mujer a quien pedimos agua, nos alcanzó un poco de agua a la boca. Así, también, alguien me puso una gorra en la cabeza. Llegamos a Kriewen. De ahí pasamos regularmente. Sólo, Juretzky fue insultado en la ciudad por un compañero de profesión, polaco. A partir de Kriewen, los ciclistas procedieron a movilizar a nuestro grupo a las aldeas por donde íbamos a pasar. En esas aldeas nos dieron con varas y látigos. Teniendo la certeza de haber visto también una hoz. Nuestra petición de mandar parar el carro para poder hacer nuestras necesidades, no fue satisfecho sino más tarde. El carro se paró, pero no nos dejaron bajar, de manera que tuvimos que hacer nuestras necesidades, sentados en el carro. Por las 9 horas de la mañana del 2 de septiembre de 1939, llegamos a Schrimm. Hemos sido recibidos bajo gran alarde por la población. Mi compañero, el cerrajero Haeusler, recibió, en un ojo, un golpe dado con una pieza de metal, atada a una correa, golpe este que le sacó el ojo fuera de orbita. Cuando, más