CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS | Page 107

Tres soldados fueron a buscar a Grieger, conduciéndolo hasta el gimnasio Schiller que está a distancia de algunos cientos de metros y maltratandolo en todo el camino. El polaco Hendryk Bronikowki señala que Grieger, después de ser maltratado por los soldados con puntapiés y culatazos, al llegar al gimnasio, sólo puede articular palabras ininteligibles. Al cabo de cinco minutos después, el mismo testigo escuchó algunos disparos que también otros lo oyeron. Pero, con eso, el comandante Nowicki no se satisfizo. Volvió, de nuevo a la casa, mandó arrestar al empleado Paul John, de 32 años de edad, y conducirlo, igualmente, al gimnasio Schiller. En la ida hacia allí, John intentó huir, siendo, sin embargo, preso, por la multitud que gritaba, y alborotada de manera tal que no puede andar adelante. Después de unos minutos fue fusilado por los soldados, en el mismo lugar. Instigados por los gritos de la población, los muchachos, armados de hachas, palas y picas, comenzaron a dar en las víctimas bañadas de sangre. El polaco Henryk Pawlowski, que fue arrestado en el correr de las investigaciones, en su testimonio, un relato insoportable de los acontecimientos: él había recibido la orden, de enterrar a los dos fusilados, en el césped que quedaba delante. Uno de los dos todavía estaba con vida. Pawlowski cogió en la pala, dandole, con toda su fuerza, en el agonizante. "Soy cristiano y no quiero enterrar al hombre vivo", respondió él cuando se le preguntó qué había pensado actuando así. Al que él afirma, otros muchachos también fueron instigados a cometer tales brutalidades. Los soldados asistieron a la escena inactiva. Después de muertos los dos, los arrastraron a través de la calle; a uno de ellos cogieron con la pica, entre la chaqueta y el chaleco. Los enterraron, en el césped del patio, al otro lado de la calle, a unos 15 metros del lugar donde fueron asesinados. Más tarde, los cadáveres fueron desenterrados, siendo conducidos, a escondidas, al cementerio Matthaei. Pawlowski declaró, como buen católico, haber frecuentado la misa. Preguntado sobre el contenido de los últimos sermones que había escuchado, respondió, literalmente: "Atizaron a la gente". El lugar del crimen fue inspeccionado el día 26-9-39. Se encuentra en una calle, edificada de un solo lado, en un Barrio de Posen. Los vestigios de sangre fueron fotografiados. En la calzada, frente al gimnasio Schiller, se encontraron dos grandes pozos de sangre, habiéndose descubierto vestigios de arroyos de sangre