CRÍMENES POLACOS CONTRA LOS ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA crimenes_polacos | Page 12
negociaciones infructuosas demostraron que Polonia no se hallaba dispuesta a
continuar en el camino indicado por el mariscal Pilsudski, esto es: en paz y armonía
con el vecino alemán. Además, la actitud dilatoria del Ministro del Exterior de
Polonia, Coronel Beck, ante el fin de llegar a una solución r elativa a la cuestión de
Dantzing y la de una legación de la Prusia Oriental con el Reich, dejaba de manifiesto,
de mes a mes, y cada vez más, el deseo de las autoridades polacas de distanciarse
sistemáticamente de la política de un entendimiento con Alema nia. La posición
creciente, manifestada por Polonia, contra cualquier reparación o incluso una
minoría de las injusticias de Versalles en lo que se refiere a las fronteras orientales de
Alemania, condiciona con la agravación de la política polaca contra lo s mi embr os de
la minoría étnica alemana y con el chauvinismo de la imprenta polaca que llegaba
provocar abiertamente el Reich. En la primavera de 1939, se nota claramente que el
nuevo rumbo de la política polaca obedecía a días fuertes: perturbando por la
propaganda difamatoria, movida con el consentimiento del gobierno polaco, el
pueblo se hallaba poseído de un sentimiento de odio, contra todo lo que era alemá n.
Cualquier manifestación de la vida étnica alemana era interpretada como una acc i ón
dirigida contra el Estado Polaco, justificándose de esta manera el exterminio de los
alemanes como imperiosa necesidad nacional. Y de presumi r que, del lado polaco, s e
haya tomado como prueba de debilidad la reserva en que se mantenía el gobierno
del Reich ante los excesos de germanofobia. En ese error desastroso se generaron
vehementes provocaciones dirigidas contra Alemania, las cuales, a su vez, produjeron
aquellas impulsivas retenciones anexionistas con que, en un acceso de megalomanía ,
se deseaba reclamar la frontera en el Elba como necesaria para el espacio vital
polaco. Este anexionismo bélico se manifestaba bajo las vistas del gobierno polaco,
con la misma libertad con que actuaban, en los voivodados, los promotores de las
opresiones que se movían, con el auxili o de las autoridades, contra las minorías
étnicas al emanas. Así, pues, el gobierno polaco, asumía la responsabilidad de la
creación de esa atmósfera de fiebre política, de donde resultó, entonces, el caos
moral con el asesinato de miles de alemanes inocentes e inofensivos, cometidos, en
las ciudades como en los campos, por soldados polacos y civiles armados. La
pregunta es cómo el gobierno polaco puede permitir que las pasiones políticas del
pueblo tomasen un aspecto tan amenazador que los populares quedan abandonados
a los propósitos bestiales de las más bajas capas de hombres, en ausenc i a de l o que
preceptuaba la Constitución, el Derecho, Moral y la humanidad.
Tampoco se comprende cómo los responsables poseedores del poder, polacos,
pudieron seguir un rumbo político tan infeliz que las relaciones con el Reich ll ega r on
a ser insostenibles, sin compenetrarse de la responsabilidad con que, así, ha br ía n de
arcar ante el Estado y el pueblo, ya que su política llevaría al país a la guerra con
Alemania. He aquí cómo se descubre la segunda fuerza que vinieron de fuera y actuó
sobre Polonia haciendo que se olvidara toda la consideración a los alemanes y todo el
respeto al Reich. Esta fuerza era Inglaterra, era la garantía de asistencia, dada a
Polonia, por el gobierno británico, sirviéndose de Polonia con el fin de provoc a r . Por