CRÍMENES POLACOS CONTRA ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA-EDICIÓN MEJORADA ATROCIDADES POLACAS CONTRA ALEMANES ÉTNICOS | Page 178

camiseta. Además de él, había otro anciano de 82 años, el sastre Tiller, y aún otros de 70 años. Había también mujeres; ni avergonzaba a los polacos de llevar a los niños. La marcha hasta Storchnest, como también hasta la Schrimm se puedo soportar. En Storchnest sacaron de nuestra fila el carnicero Gaumer, el instalador Weigt, el profesor Jaeschke, al dueño del hospedaje Haeusler, el despachador Weigt, el barrendero Senf, los sastres Tiller (padre e hijo), el escultor Bissing y el fotógrafo Juretzky, bajo la alegación de haber sido arrojado dentro de sus casas en Lissa. Sin embargo, fueron sueltos; el despachador Weigt, Tiller (padre e hijo) y Senf. Tiller (padre e hijo) fueron nuevamente llamados en Schrimm. De los restantes soltaron los viejos, las mujeres y los menores. Estos, sin embargo, no pudieron volver a Lissa, siendo todavía conducidos hacia otras paradas. Los eliminados, como Gaumer, Weigt y los demás fueron juzgados por un tribunal de guerra y, según informaciones obtenidas de la ciudad polaca de Lissa, fusilados. El viejo Bissing, de 72 años, fue condenado a prisión, Debo añadir, para aclarar la situación, que los "hombres de confianza" del tribunal de guerra fueron un tal Ulrich, ciudadano de Lissa de pésimos antecedentes, y un sastre, de nombre Trzeczak, quienes tuvieron que proporcionar información sobre nosotros. En Schrimm fuimos golpeados y bombardeados con piedras por la población y soldados polacos. Nos llamaron "revueltos", bajo la alegación de haber arrojado sobre los soldados, en Lissa. La escolta no nos protegía. De Schrimm, marchamos, vía Santomischel, hacia Schroda. En Santomischel, por donde pasamos un domingo, fuimos nuevamente maltratados por la población y los militares polacos, que nos escupían, de suerte que nos negamos a entrar en Schroda bajo la escolta insuficiente, ya que teníamos motivos para temores de malos tratos y hasta muerte. En efecto, conseguimos, bajo la escolta reforzada, llegar a Schroda sin ser muy molestos, esto, ante todo, porque el policía auxiliar Wendzonka de Lissa, nos abrió el camino con su bayoneta. Durante la noche, sin embargo, fueron llamados, con intervalos de pocos minutos, compañeros nuestros, todos bestialmente maltratados por los hombres de la escolta. Terminó este proceso cuando, por la medianoche, llegaron