CRÍMENES POLACOS CONTRA ALEMANES ÉTNICOS EN POLONIA-EDICIÓN MEJORADA ATROCIDADES POLACAS CONTRA ALEMANES ÉTNICOS | Page 174

Teniendo la situación militar quedando bastante crítica, fuimos desembarcados de nuestros vagones, abiertos, y conducidos, hacia el este, a pie. La mayoría de los compañeros fueron descalzos como salieron de los vagones. Aunque pareció, que, en el choque de la locomotora, un hombre del escolta y fue herido, otro, no tengo dudas que el choque fue intencional para hacer daño a los alemanes. El hecho se evidencia también por las amenazas, apenas mencionadas, de los ferroviarios polacos. 88. El camino de la muerte a Kutno. Relato del Gerente Wilhelm Romann, de Wongrowitz. El testigo Wilhelm Romann, depuso el 22 de septiembre de 1939, bajo juramento: El viernes 1 de septiembre de 1939, por las 16 horas, fui preso por un policía y un policía auxiliar que me presentaron una cédula encarnada, firmada por la "estarosta", siendo conducido a la comisaría de policía. Le pregunté al comandante de la policía, Nowak, lo que había en lo que respecta a mí. Pero nada me supo decir. El "estarosta" de Wongrowitz se llamaba Zenkteller. Me llevaba bien con las autoridades de Wongrowitz, así como con sus jefes; sin embargo, lograron ponerme en la lista negra. De la comisaría me llevaron a la comisaria, donde me encerraron, a mí, y al profesor alemán Heuchel, en dos cubículos extremadamente sucios. Pudimos entendernos a través de la pared. Para poder respirar, golpeé luego la ventana. Al día siguiente, día 2-9-1939, la ciudad fue bombardeada. En la noche del mismo día, nos hicieron salir de las celdas. Éramos en total 52 internados. Nos fuimos a pie, bajo escolta policial, hasta Elsenau. El inválido de guerra Kiok, de 65 años de edad, pudo ir en un carro. En Elsenau fuimos embarcados en un tren de pasajeros, después de pagar, cada uno, cuatro zloty. Durante la noche, nos quedamos en una estación, dentro del coche cuyas ventanas no pudimos abrir. Los hombres de la escolta nos dijeron, aquella noche, varias veces, que era mejor matarlos a todos a balas. En la mañana siguiente, el tren partió hacia Gnesen, donde pasamos el domingo todo parado en la estación, sin poder salir del auto. Varias veces nos arrojaron piedras y botellas, y los ferrocarriles también participaron de ese maltrato. En la noche del domingo partimos hacia Thorn. En esa estación, el tren fue nuevamente bombardeado con piedras, también por