E
DESDE QUE LAS AUTORIDADES
ORDENARON A LOS AGRICULTORES Y
GANADEROS DE LOS SIETE MUNICIPIOS
QUE CONFORMAN LA REGIÓN DEL RÍO
SONORA ALEJAR A SUS FAMILIAS Y A SUS
ANIMALES DEL RÍO, ASÍ COMO PROHIBIR
EL USO DE 322 POZOS Y NORIAS,
SU ECONOMÍA SE HA PARALIZADO.
n Sonora, donde una calavera de vaca funciona lo mismo como
adorno que como advertencia, nada es más preciado que el
agua. Por eso, cuando llegamos a Ures, uno de los pueblos afectados por el derrame de tóxicos en el río Sonora, pasados 50 días del
que ha sido calificado como el peor desastre ecológico relacionado
con la minería en México, lo primero que nos llamó la atención fue
descubrir que alguien abrió el enorme grifo de un pozo y el agua
se tiraba a chorros.
A unos cuantos pasos de la plaza principal, el arroyo de agua
cristalina emanada del pozo bajaba por un camino de tierra hasta
el río. En esa parte se alza el puente colgante donde algunos curiosos, como Jesús, el hijo de Enrique Encinas, esperaron aquella
tarde de principios de agosto a que llegara la mancha. “Se supo en
Arizpe que venía roja el agua”, cuenta este muchacho de 19 años
que se dedica a vender de puerta en puerta los quesos de la empresa
familiar en la capital del estado. Quesos que por el momento nadie
quiere: las vacas que dan la leche son de aquí.
A casi dos meses del derrame, el río Sonora luce normal. Así
lo constató Crónica ambiental en un recorrido a lo largo de una
jornada por los márgenes, desde Ures hasta Arizpe (poco más de
200 kilómetros). El color del agua es café. Espesa, su consistencia. Y
su olor no delata la presencia de agente extraño alguno (lo cual no
significa que el río no esté contaminado). No encontramos ningún
animal muerto ni detectamos plantas ni árboles secos.
Pero, desde que las autoridades ordenaron a los agricultores
y ganaderos de los siete municipios que conforman la ruta del río
Sonora alejar a sus familias y a sus animales del río, así como prohibir el uso de 322 pozos y norias, la economía de esta región se
ha trastornado casi al punto de la parálisis. Estos siete municipios
son, de sur a norte: Ures, Baviácora, Aconchi, San Felipe de Jesús,
Huépac, Banámichi y Arizpe.
A lo largo de nuestro recorrido, encontramos vacíos los pequeños hoteles, lo mismo que los modestos restaurantes. “Ahora los
únicos que vienen son los inspectores”, dice Marcela, la propietaria de la fonda que lleva su nombre en Guadalupe de Ures. En la orilla de la carretera, la venta de productos regionales se ha reducido al
mínimo. Felipe, de 50 años, ha vendido sólo dos docenas de elotes;
en una mañana normal ya hubiera vendido dos millares. “Nunca le
vi nada al río”, dice. “El agua se empuerca porque rueda”.
No falta el que cree que esto en realidad es un mero problema político: priistas contra panistas. Es la lectura que muchos se
hacen sobre el enfrentamiento ocurrido entre el gobernador Guillermo Padrés Elías y el Gobierno Federal. El 9 de septiembre el
gobernador panista, originario de Cananea, acusó a los delegados
de Semarnat, Profepa y Conagua en Sonora de no haber actuado a
tiempo para evitar el derrame, provocando la molestia del secretario de Gobernación. Por esos días los diarios nacionales ventilaron
que Padrés Elías tiene un rancho con una presa ilegal en el municipio de Arizpe. El próximo año habrá elecciones para gobernador.
“A este pinche charquito la gente lo aprecia un chingo”, dice
Javier, veterinario sonorense que generosamente se ofreció para
servirnos de guía en nuestro recorrido. También viene con nosotros un ingeniero agrónomo, amante de la cacería, que conoce
bastante bien los entresijos de estas tierras serranas, donde aún hay
venados y coyotes que bajan al río a tomar agua.
Hubo una época en que el río Sonora era caudaloso y desembocaba en Bahía de Kino. Varios factores han contribuido a
menguar el volumen de agua que transporta. Entre ellos, el establecimiento en 1899 de The Cananea Consolidated Copper Company, es decir, la mina de cobre de Cananea (que en la actualidad
pertenece al empresario Germán Larrea). Es allí, al norte del estado, cerca de la frontera con Arizona, donde nace el río. Uno de sus
afluentes, el Bacanuchi recibió el pasado 6 de agosto una descarga de 40 000 metros cúbicos —según la versión oficial— de sulfato
de cobre acidulado, proveniente de esta mina, que hoy se conoce
como Buenavista del Cobre.
Está en curso una investigación ordenada por el gobierno federal, por lo que aún no se sabe con certeza cuál es la magnitud del
daño. Lo que sí se sabe es que la sustancia vertida en el Bacanuchi
no debió de haberse fugado de la represa Tinajas 1 en la que se
encontraba almacenada. Fue este líquido el que le dio colores artificiales al agua y que terminó por encender las alarmas.
Mientras la investigación