Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski
Sin embargo, seguidamente, como en un relámpago de lucidez,
se dijo:
«Así les ocurre, sin duda, a los condenados a muerte: cuando los
llevan al lugar de la ejecución, se aferran mentalmente a todo lo
que ven en su camino».
Pero rechazó inmediatamente esta idea.
Ya estaba cerca. Ya veía la casa. Allí estaba su gran puerta
cochera...
En esto, un reloj dio una campanada.
«¿Las siete y media ya? Imposible. Ese reloj va adelantado.»
Pero también esta vez tuvo suerte. Como si la cosa fuera
intencionada, en el momento en que él llegó ante la casa
penetraba por la gran puerta un carro cargado de heno.
Raskolnikof se acercó a su lado derecho y pudo entrar sin que
nadie lo viese. Al otro lado del carro había gente que disputaba:
oyó sus voces. Pero ni nadie le vio a él ni él vio a nadie. Algunas
de las ventanas que daban al gran patio estaban abiertas, pero él
no levantó la vista: no se atrevió... La escalera que conducía a
casa de Alena Ivanovna estaba a la derecha de la puerta.
Raskolnikof se dirigió a ella y se detuvo, con la mano en el
corazón, como si quisiera frenar sus latidos. Aseguró el hacha en
el nudo corredizo, aguzó el oído y empezó a subir, paso a paso
sigilosamente. No había nadie. Las puertas estaban cerradas. Pero
al llegar al segundo piso, vio una abierta de par en par. Pertenecía
a un departamento deshabitado, en el que trabajaban unos
pintores. Estos hombres ni siquiera vieron a Raskolnikof. Pero él
se detuvo un momento y se dijo: «Aunque hay dos pisos sobre
éste, habría sido preferible que no estuvieran aquí esos hombres.»
Continuó en seguida la ascensión y llegó al cuarto piso. Allí
estaba la puerta de las habitaciones de la prestamista. El
departamento de enfrente seguía desalquilado, a juzgar por las
apariencias, y el que estaba debajo mismo del de la vieja, en el
tercero, también debía de estar vacío, ya que de su puerta había
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Comentario [L21]: Dostoiewski fue
condenado a muerte por cuestiones políticas
y conducido al lugar de la ejecución. Allí se
le conmutó la pena por trabajos forzados.
Despues de haber cumplido su condena,
escribió una de sus obras más admirables.
Recuerdo de la casa de los muertos, donde
describe lo que vio en el presidio.