CRIMEN Y CASTIGO - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 73

Crimen y Castigo - Fiódor Dostoyewski vez, luego por cuarta, de un modo regular. Mikolka se enfurece al ver que no ha podido acabar con el caballo de un solo golpe. -¡Es duro de pelar! -exclama uno de los espectadores. -Ya veréis como cae, amigos: ha llegado su última hora -dice otro de los curiosos. -¡Coge un hacha! -sugiere un tercero-. ¡Hay que acabar de una vez! -¡No decís más que tonterías! -brama Mikolka-. ¡Dejadme pasar! Arroja el palo, se inclina, busca de nuevo en el fondo de la carreta y, cuando se pone derecho, se ve en sus manos una barra de hierro. -¡Cuidado! -exclama. Y, con todas sus fuerzas, asesta un tremendo golpe al desdichado animal. El caballo se tambalea, se abate, intenta tirar con un último esfuerzo, pero la barra de hierro vuelve a caer pesadamente sobre su espinazo. El animal se desploma como si le hubieran cortado las cuatro patas de un solo tajo. -¡Acabemos con él! -ruge Mikolka como un loco, saltando de la carreta. Varios jóvenes, tan borrachos y congestionados como él, se arman de lo primero que encuentran -látigos, palos, estacas- y se arrojan sobre el caballejo agonizante. Mikolka, de pie junto a la víctima, no cesa de golpearla con la barra. El animalito alarga el cuello, exhala un profundo resoplido y muere. -¡Ya está! -dice una voz entre la multitud. -Se había empeñado en no galopar. -¡Es mío! -exclama Mikolka con la barra en la mano, enrojecidos los ojos y como lamentándose de no tener otra victima a la que golpear. -Desde luego, tú no crees en Dios -dicen algunos de los que han presenciado la escena. El pobre niño está fuera de sí. Lanzando un grito, se abre paso entre la gente y se acerca al caballo muerto. Coge el hocico StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 72